Los uribistas vergonzantes

Peores que los antiuribistas recalcitrantes, los uribestias demenciales y los furibistas purasangre, han aparecido ahora los uribistas vergonzantes, que creo son los más desventajados seguidores del que muchos llaman el presidente eterno de los colombianos.

No son enemigos del expresidente, hay que decirlo, pero harto mal que le causan al caudillo de El Ubérrimo, como suelen denominarlo quienes son felices inventándole sobrenombres, apodos o chapas a cual más desatinados.

Por el contrario, dicen apoyar sus tesis, lo consideran una especie de héroe y hasta semidiós, tienen fotos con él en las salas de sus casas y han enmarcado cualquier carta que les dirigió hace varios años.

Es más, entre uribistas y en recintos cerrados lo defienden con vehemencia, apoyan a morir sus propuestas y se precian de haber sido parte de ese 1 % que apoyó lo que fue considerada una candidatura, muy al comienzo de su primera campaña por la Presidencia.

Sin embargo ahora, luego de sus dos mandatos y su oposición al que traicionó sus postulados a pesar de haber sido elegido gracias a ellos —oh, humanidad—, no es que hayan entrado a formar parte del voltiarepismo tan de moda últimamente, sino que en público esconden lo que en privado defienden, pasan de agache y no se inmutan cuando alguien dice que a Uribe le ha llegado la hora de irse a cuidar nietos y dejar de andar revoloteando de la ceca a la meca.

Por eso asumen una actitud indiferente y hasta descalificadora cuando se trata de tomar posiciones y salir a empuñar las banderas que enarbolaron con altiva fruición, lactando muchas veces de quien antes fuera su líder y hoy alguien con el que no es prudente ni menos conveniente dejarse ver.

Con lo que se le viene encima al expresidente en las próximas semanas, esos uribistas vergonzantes deberían hacerse a un lado y, dando ese paso al costado, dejar de hacerle daño a quien hoy más que nunca merece el respaldo y la solidaridad de sus seguidores.