Lucha de clases

Isabella Portilla
09 de febrero de 2017 - 04:35 p. m.

Esperanza se acomoda los audífonos conectados al celular para escuchar Stairway to Heaven mientras lava las ollas en la cocina. En ese momento, la dueña de la mansión (años atrás reina del high school) contempla con la boca entreabierta una de sus series preferidas en Netflix, donde un ama de casa evita que su esposo ciego descubra su romance con un jardinero.

Frente al lavaplatos, Esperanza piensa que el solo de guitarra en la menor creado por Jimmy Page es tan bueno que por un momento olvida los problemas económicos de su familia en Colombia.

En la serie de televisión, el esposo llega a la casa una tarde y descubre a su mujer acostada con el jardinero. A la patrona de Esperanza se le escapan las lágrimas cuando ve en su televisor de 72 pulgadas los golpes que el hombre le propina a la adúltera.

Ventura, el marido de Esperanza, es literato graduado de la Universidad Nacional y también trabaja para esta familia de Napa Valley. Es chofer y mecánico, aunque a veces corta el césped y saca a pasear a Gustave. Ventura habla inglés y está perfeccionando el francés con los relatos de Flaubert que lee cuando su jefe lo deja esperando durante las horas que se dedica a jugar al golf.

A Ventura le fascina la realidad de Salambó, los amoríos de la hija del caudillo Amílcar con el joven Matho, las miserias y grandezas de la corte cartaginesa, y se siente identificado en su insatisfacción vital con Madame Bovary, pero interrumpe la lectura y salta obediente, como Gustave, cada vez que a su jefe (un tipo de pocas luces, pero de buen olfato para los negocios) se le antoja mandarlo a comprar drogas.

Algo parecido le ocurre a Esperanza. Después de que friega los platos deja de escuchar Led Zeppelin y comienza a sazonar un cochinillo para la cena. En simultánea, la señora de casa retoca su maquillaje en espera del chofer. Así, cada vez que las circunstancias lo permiten le da continuidad a su propio melodrama y satisface las fantasías que no puede cumplir con su esposo. En esta historia no hay lucha de clases.

@isobellack

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