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“En esta esquina el Coronavirus, en esta otra, el mundo social”. Dos rivales que se enfrentan en una lucha de titanes, digna de un momento histórico movido por la fuerza de la dialéctica, la disputa de tensiones entre una tesis y una antítesis que combaten arduamente por darle vida a una síntesis.
Por un lado, el mundo social que desde el nacimiento de la cuarta revolución industrial promulgada por el Foro Económico de Davos, se encarga de la transformacion digital generando enormes cambios en el planeta a nivel de comportamiento humano, impactando todos los temas en los ámbitos económicos, políticos, sociales y ambientales.
El mundo viene moviéndose de manera contundente hacia una era social, donde las redes, el compartir y la hiperconectividad se convierten en la nueva moneda global. Estamos viviendo la era más tecnológica de la humanidad y sus implicaciones a nivel de economías colaborativas, de transporte, distribución, hoteleria, viajes, turismo, banca, crean disrupciones continuas y cotidianas convirtiendo al cambio en la nueva normalidad. Las redes sociales se convierten en un factor gigante de credibilidad. La viralidad está basada en compartir, en construir comunidades y en ser parte de ellas y de sus intereses. El auge de las redes corre como una locomotora turbo en la era de Facebook, Twitter, Instagram, Snapchat, TikTok, LinkedIn, fenómenos culturales comandados y liderados por los likes, los views, el compartir y el conectarse.
Pero por otro lado llega contundentemente una contra fuerza de la naturaleza llamada el Coronavirus, que de un momento a otro genera un golpe de desconfianza, desconocimiento, pánico y miedo. Este virus genera un cambio en el cambio mismo. En las últimas semanas estamos viendo la presencia de un antídoto social. Se cancelan los viajes, las reuniones, los eventos, las conferencias y todo lo que huela a social deja de ser atractivo para pasar a ser temido. El concepto de viralidad que trae ya no es de views sino de contagio antisocial, de individuos encerrados, de economía interna y de pánico exponencial. El mundo está congelado, paralizado, su economía también. Se derrumban las bolsas, cae el precio del petróleo, se desploma la confianza. La mente sufre.
Sin duda de esta lucha de titanes que hasta ahora comienza saldrá un nuevo orden, un modelo distinto de hacer las cosas, de comportarse, de saludar, de interactuar, de hacer negocios, de vivir, una síntesis de la cual todos aprenderemos y estaremos obligados a comprender para entrar a una verdadera dimensión desconocida.
