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Macrolingotes

Óscar Alarcón

01 de febrero de 2010 - 08:02 p. m.

MARIO VARGAS LLOSA FUE UN ILUSTRE visitante en el Hay Festival. Fue la vedette del certamen. Es una persona que me llama la atención en razón a que es un trabajador incansable.

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Escribe novelas, escribe cuentos, escribe teatro, hace crítica literaria, hace una columna quincenal en El País de España y, como si fuera poco, tiene tiempo de leer, de reelegir a Flaubert, a Dumas, a Víctor Hugo, y de viajar y también de hacer política.

Lo conocí de una manera muy particular por los años setenta. Cuando yo hacía de reportero en este diario, una fuente me reveló (mi garganta profunda) que el personaje iba en un vuelo de Air France de París a Lima y que a las cinco de la tarde pasaba por el Eldorado. Logré estar a esa hora allí. Eran los tiempos en que los periodistas deambulábamos sin problema por el lugar. El novelista aprovechó la escala para estirar las piernas y caminar por el aeropuerto. Se quedó de una sola pieza cuando aparecí con fotógrafo y respetuosamente le solicité me respondiera unas preguntas.

Luego de la sorpresa y la exclamación (me preguntó si yo era de la CIA, por haberlo descubierto), accedió y me dio un extraordinario reportaje en donde por primera vez anunciaba su rompimiento con la revolución cubana por el caso del poeta Heberto Padilla y sindicaba a Fidel Castro de haberse vuelto “stalinista”. Desde entonces, como todos los volteados, se fue al otro extremo, a la derecha.

Vargas Llosa, muy joven, ganó los más grandes elogios con su primera novela publicada en 1962, La ciudad y los perros. Eran los tiempos en que los perros eran los del Leoncio Prada, y también los de la calle, y a uno nadie le echaba los perros. Alguien llegó a considerarla como “la mejor novela en lengua española en los últimos treinta años”. Después siguieron más triunfos, más novelas pero la primera quedó sin que ninguna otra pudiera superarla.

Entre los muchos errores que ha cometido en su vida, está el de haber pretendido cambiar lectores por e-lectores, aspirando a la Presidencia de su país, y el de seguir encasillado en la derecha —él que se las dio de boxeador ante otra gloria literaria—, digo, en la derecha más reaccionaria. Los escritores, los buenos escritores deben seguir siendo eso, escritores, y que la política no los vuelva ex…critores.

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