Mano firme, corazón grande

Salomón Kalmanovitz
12 de marzo de 2018 - 02:00 a. m.

La consigna de Álvaro Uribe parece contundente, pero puede relativizarse: mano blanda frente a los grupos armados ilegales de extrema derecha y corazón pequeño frente a las madres de Soacha, a quienes revictimizó. Hay siempre mano dura contra los que luchen por sus intereses laborales o de pequeños propietarios y contra las Farc, no importa qué tan debilitadas estén; corazón siempre generoso para los grandes empresarios y terratenientes tradicionales que financian sus campañas. Iván Duque se desmarca un poco para aparecer como joven moderno y moderado, pero repite las viejas consignas y ademanes de su jefe. No se sabe, por ejemplo, si mantiene su posición inicial de hacer un catastro moderno al que se opone Uribe.

La otra consigna que repiten Duque y Uribe al unísono no es clara: bajaremos impuestos y aumentaremos el salario. La primera afirmación puede terminar reduciendo los ingresos públicos y en consecuencia los gastos sociales que son una especie de salario compensatorio para los más pobres, como las madres cabeza de familia o los gastos del sistema salud. La segunda promesa no informa del monto en que se va a elevar el salario, ni reconoce que en cada diciembre durante los últimos 40 años se ha ajustado el mínimo para compensar la inflación pasada más uno o dos puntos porcentuales. Es un salario que aplica solo al sector formal que contiene el 45 % de la fuerza de trabajo del país.

Según el candidato Duque, “la tasa efectiva de tributación supera el 50 % y hay sectores y tipos de empresas en las que la asfixia tributaria puede superar el 80%”. No se sabe qué entiende por tasa efectiva o si mas bien pretende ser tremendista. Una medida más seria es medir la tributación de las empresas que sólo es 6 % del PIB sobre la parte del ingreso nacional que corresponde a utilidades, intereses y rentas, que es el excedente bruto de explotación. Este es alrededor del 35 % del Producto Interno Bruto, lo que significa que la tasa efectiva de tributación de las empresas, bancos y finca raíz es de 17 %, menos de un tercio de lo aducido por Duqe, y bastante más baja que la de de los países del grupo de la OECD, al que aspiramos pertenecer. De contera, los salarios acá son 33 % del PIB, por debajo del 55 % que representan en la OECD.

Para Duque, la abrumadora informalidad colombiana surge de este “exceso” de tributación, lo cual es una afirmación falsa y simplista. La informalidad es el resultado del desequilibrio entre población y acumulación de capital en su componente de demanda por empleo. La razón de fondo sobre por qué ha aumentado tanto la informalidad en las últimas tres décadas es la migración campo ciudad, catalizada por el conflicto interno y el desplazamiento masivo, conflicto exacerbado por la extrema derecha que representa. Otras causas de la menor demanda por trabajo tienen que ver con la desindustrialización que ha sufrido el país por su especialización en minería y del cambio tecnológico que desplaza mano de obra.

Duque concluye con el deseo: “Colombia requiere una reducción del costo país, una mayor diversificación de la oferta exportable, mayor dinamismo a los mercados de capital y una inserción de la producción industrial en las cadenas globales del valor”. Mas no: Colombia requiere de un Estado fuerte y eficiente que lubrique el desarrollo y no lo obstaculice con la corrupción que ha hecho tanta mella siempre, y no menos durante los gobiernos de la seguridad democrática.

 

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