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Maridaje entre gremios y el Gobierno

Elisabeth Ungar Bleier
04 de junio de 2020 - 05:00 a. m.

“Esta ha sido una semana desgarradora y dolorosa (…), y un recordatorio de que en nuestra búsqueda incansable por una unión más perfecta aún falta mucho por hacer… De muchas maneras, este es un país mejor, más fuerte, más incluyente que nunca antes. Pero de muchas otras, el progreso aún se ve muy lejano. Aún hay tanto odio, intolerancia, rabia, violencia, confusión e incomprensión en nuestra sociedad, que son mucho más difíciles de ignorar después de los eventos de esta semana”.

Estas palabras bien podrían —o deberían— haber sido pronunciadas por un colombiano, cambiando solamente el país y la referencia a esta última semana. Pero no. Fueron escritas por el multimillonario estadounidense fundador de Vista Equity Partners, Robert Smith, en una carta dirigida a sus empleados a raíz de la muerte en Minneapolis, Minnesota, de un ciudadano afroamericano a manos de la policía, y de las protestas de miles de ciudadanos que están exigiendo justicia. Como lo destacó recientemente The New York Times, este y muchos otros empresarios, directivos de importantes grupos corporativos y ciudadanos del común están alzando la voz contra la violencia y la discriminación.

Esto contrasta con el silencio y la indiferencia de miles de colombianos y de las autoridades ante el asesinato de centenares de líderes sociales, defensores de derechos humanos y excombatientes de las Farc en proceso de reincorporación. Solamente en lo que va corrido de 2020, cerca de 120 líderes sociales han sido asesinados y muy pocos de estos crímenes han sido esclarecidos.

Y contrasta sobremanera con las actuaciones de algunos sectores empresariales y políticos que no pueden disimular su intolerancia, odio y rabia frente a quienes ven en el logro de la paz un bien supremo y tienen una visión de país diferente a la que ellos quieren imponer. En lugar de buscar la manera de unirnos, contribuyen a exacerbar la polarización y la violencia.

Un ejemplo es la decisión de la junta directiva de Asocaña de reversar el nombramiento de Frank Pearl como presidente de dicha asociación. Esto obedeció a las presiones de miembros del Centro Democrático y del círculo más cercano al presidente Duque. El argumento, según se dice, es que al señor Pearl, alto comisionado para la Paz del entonces presidente Uribe, y por eso mismo alguien que debía saberlo, le cobraron haber mencionado que este intentó acercamientos con grupos irregulares. Además, que no era posible nombrar a alguien que hubiera trabajado por la paz en el gobierno Santos. Como si esto fuera un impedimento ético o moral para ocupar un cargo en el sector privado.

Si bien los gremios son autónomos en la selección de sus directivos, el maridaje entre estos y el Gobierno es una mala señal, sobre todo cuando se ejerce el poder del chantaje y la presión indebida. Este hecho, que puede parecer irrelevante, le manda un mal mensaje al país. Muestra que aún en momentos de crisis, como el que vive Colombia, para algunos priman los intereses de unos pocos sobre el interés general. Hoy más que nunca todos tenemos la responsabilidad social y política de ayudar a reconstruir nuestra sociedad, de alzar la voz contra la violencia, la intolerancia, la pobreza y la inequidad. La paz no se alcanza destruyendo lo alcanzado, sino construyendo sobre sus cimientos.

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