Mató a su esposa y luego se suicidó

Catalina Uribe Rincón
11 de enero de 2020 - 05:00 a. m.

La semana pasada, The New York Times publicó el artículo “Novios para siempre. Luego vino el alzhéimer, el asesinato y el suicidio”. El texto narra la historia de Alma y Richard Shaver, una pareja estadounidense que fue encontrada muerta en vísperas de año nuevo. La narración cuenta cómo Richard y Alma, quienes se conocían desde niños, se reencontraron años después en un baile del colegio, se enamoraron y se casaron. Desde ese momento todo fue color de rosa. Sin embargo, al cumplir 60, Alma empezó a perder la memoria. El alzhéimer le llegó de a poquitos. Empezó olvidando tareas cotidianas hasta que terminó por desconocer a sus hijas. Cuando Alma cumplió 80, Richard se metió a la cama con su esposa, le disparó y se suicidó. El acto final fue descrito como una gran historia de amor.

Los asesinatos-suicidios, como se les conocen, se han vuelto cada vez más frecuentes. Solo en Estados Unidos se cree que hay alrededor de 1.200 al año. Desconozco la cifra en Colombia, pero al googlear encontré cientos de entradas sobre asesinatos-suicidios en distintas zonas del país. “Subintendente de la Policía asesinó a su esposa y luego se quitó la vida”, “Expolicía asesinó a su esposa y luego se suicidó”, “Agente del CTI en Montería asesinó a su esposa y luego se disparó”. Vale la pena añadir que, en las parejas constituidas por hombre y mujer, en el 96 % de los casos es el hombre quien mata y luego se suicida.

Lo más curioso de estos casos es la diferencia en el trato que les dan los periodistas a los asesinatos-suicidios cuando se trata de una pareja de edad. Si las personas son jóvenes, se trata de un feminicidio (claro, si es que deciden reportarlo). Pero en los adultos mayores se trata de una tragedia romántica. El lenguaje que se usa lo dice todo: “Ya le había llegado su hora”, “no había razón para seguir viviendo”, “los achaques de la edad la tenían agobiada”.

Y sí, claro, habrá algunos casos en los que las parejas llegan a un mutuo acuerdo para morir juntos, y eso está bien. Pero como lo reporta Jacquielynn Floyd, el típico caso obedece a un hombre controlador que mata a su esposa enferma. De hecho, el hermano de una mujer mayor asesinada por su esposo afirmó que su hermana “estaba muy feliz e interesada en seguir viviendo”, que amaba jugar cartas con sus amigas y pasar el resto del día conversando con familiares.

Ya somos mucho más escépticos y cautelosos al evaluar positivamente la muerte de una mujer a manos de un hombre. Pero de vez en cuando el diminutivo y condescendiente lenguaje de “la abuelita” parece nublarnos el juicio al punto de hacer pasar casi siempre los asesinatos-suicidios por tragedias románticas. Romeo y Julieta se suicidaron ambos. Quizás el caso de Alma y Richard fue romántico como lo creen sus hijas. Pero hay que dejar de creer que la vida alcanza su pico a los 30 y de ahí para abajo es un mero despeñadero.

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