Mefistófeles, el mensajero

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Arturo Charria
09 de agosto de 2018 - 05:40 a. m.
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En su discurso como presidente del Senado, Ernesto Macías representó el papel de su vida en el escenario político nacional: representó a Mefistófeles, el mensajero que en el mito de Fausto aparece para ofrecer y cobrar favores.

Sus palabras sorprendieron, no por lo que dijo, sino por el momento en que lo hizo. Se trataba de la posesión del primer presidente elegido por su partido político; sin embargo, el odio que destiló en sus juicios y en sus acusaciones mantenía el tono de quien durante su corta vida electoral (cuatro años) sólo ha conocido la oposición como forma de hacer política. Resulta lamentable que en su primer acto de gobierno el Centro Democrático no haya comprendido que los tiempos de oposición quedaron atrás y que “ser gobierno” requiere nuevas formas y sentidos en el debate público. Porque queda claro que en la tarima no habló el senador Macías, ni el presidente del Senado, sino que se trató de un discurso prefabricado, como las casas que durante los huracanes se ven dando vueltas en el aire, sin que pierdan su artificial perfección de escenografía de cartón. Así, la intervención de Ernesto Macías, minutos antes a la del presidente Duque, no sólo desdibujó las palabras del novísimo presidente, sino que también opacó a Gustavo Petro como jefe de la oposición, pues la movilización que éste convocó a la misma hora de la posesión pasó inadvertida en los medios de comunicación.

Muchos han manifestado que todo fue una puesta en escena y que el presidente Duque sí conocía el contenido del discurso de Macías. De manera que se trataba del juego del policía bueno y el policía malo. Por eso Duque se mostró conciliador y en momentos hasta liberal, basta con ver los tres autores que mencionó durante su intervención: Darío Echandía, intelectual y dirigente liberal de la primera mitad del siglo XX; Francisco de Paula Santander, prócer de la patria, defensor del Estado de derecho y de la separación de poderes; Federico García Lorca, poeta y dramaturgo español, republicano y homosexual. El “bueno” de Duque habló de justicia social, de diálogo popular y de la necesidad de hacer “un pacto por Colombia” e hizo un llamado a los colombianos para “no dejar que el odio nos quite la esperanza”. Pero el tufo del “policía malo” seguía en el agitado aire que interrumpía las palabras de Duque. No importaba el tamaño de la “zanahoria” ofrecida por el presidente que se posesionaba, porque durante su intervención todos seguían murmurando lo mencionado por Macías. Por eso, si se trataba de una puesta en escena concertada por Duque y los miembros del Centro Democrático, ésta parecía tener un subtexto oculto incluso por el propio Duque; una trampa en la que éste quedó disminuido y sus palabras no se mostraron conciliadoras, como deseaba, sino que resultaron llenas de lugares comunes. El telonero resultó mejor que el músico al que todos fueron a ver.

No habrá dormido tranquilo el presidente Duque en su primer día de gobierno. Las palabras de Ernesto Macías deben haber sonado toda la noche en su cabeza, pues no eran recomendaciones, ni un balance del país que debe administrar, sino una amenaza. El senador Macías cumplió su papel a la perfección, llevó el mensaje y lo adornó con la voz impostada que tienen los políticos en la plaza pública. La pregunta que muchos nos hacemos es por el papel que Duque está dispuesto a representar en esta obra, pues como a nadie le caben las líneas de Fausto en el bello poema teatral de Goethe: “Dos almas ¡ay de mí! imperan en mi pecho y cada una de la otra anhela desprenderse”.

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