México feminicida

Catalina Ruiz-Navarro
20 de febrero de 2020 - 05:00 a. m.

La semana pasada, la prensa mexicana publicó las fotos del cuerpo desollado de Ingrid Escamilla, una mujer de 25 años asesinada por su pareja de 46, quien además le sacó los intestinos y los tiró al inodoro. La policía filtró un video del feminicida confesando ensangrentado y las fotos del cuerpo, que luego de hacerse virales en la prensa y las redes sociales se quedarán en las pesadillas de todas las mexicanas. El feminicidio de Ingrid Escamilla es escalofriante, pero es normal. En México hay 10 feminicidios al día, la mayoría de las víctimas, incluyendo a Escamilla, denuncian a sus agresores ante la justicia sin que pase nada y ni siquiera muertas se salvan de la indolencia del Estado.

Tanto el feminicidio de Ingrid Escamilla como el trato que le dieron los medios de comunicación fueron un mensaje para las mujeres y niñas mexicanas: esto es lo que les puede pasar, porque sus vidas no valen nada, y publicamos la foto porque nos importa más el rating que la dignidad de las mujeres.

Las mujeres salieron a protestar enardecidas, quemaron un camión de periódicos del diario La Prensa, uno de los medios que habían divulgado las fotos, y realizaron esta acción directa sin que ninguna persona resultara afectada. Entonces los medios las llamaron violentas, porque una pila de papel quemado escandaliza más que el cuerpo desollado de una mujer. Tan poco valen nuestras vidas.

“Les pido a las feministas, con todo respeto, que no nos pinten las puertas, las paredes, que estamos trabajando para que no haya feminicidios, que no somos simuladores y que no esperen que nosotros actuemos como represores, que no nos confundan, sabemos, porque llevamos años luchando, cómo sacarle la vuelta a la provocación, y que respetamos el derecho de todos a la manifestación pero ojalá se ejerza ese derecho de manera pacífica, sin violencia”, dijo el presidente Andrés Manuel López Obrador el lunes. Son declaraciones que minimizan y estigmatizan la protesta feminista, como si la violencia contra las piedras inertes fuera equiparable con la violencia que hasta el Estado ejerce sobre los cuerpos de las mujeres. No pueden esperar que protestemos con buenas maneras cuando nos restriegan en la cara el cuerpo de una mujer desollada. Para AMLO, la culpa de todo la tiene “el neoliberalismo”, y sí, hasta cierto punto, pero también es culpable su gobierno, que ha mantenido una impunidad casi absoluta en crímenes por violencias machistas y no ha reformado las prácticas patriarcales del Estado mexicano. A las mujeres tampoco nos sirve la izquierda, porque está llena de machos.

Y si alguien aún pensaba que las mujeres estamos exagerando, el mismo lunes fue hallado el cuerpo de Fátima Aldriguett, de siete años, en una bolsa de basura, sin órganos y con signos de tortura. Cada vez que sentimos que ya tocamos fondo aparece algo peor, los feminicidios en México son un exterminio violento y ante eso no se puede mantener la calma.

No pensemos ni por un minuto que en México están peor que en Colombia, somos países espejo. Décadas de conflicto armado han retrasado la discusión sobre los derechos de las mujeres y niñas en Colombia, y por eso nuestro debate público sobre los feminicidios no ha alcanzado el protagonismo que vemos en México. Salvo por unos pocos casos paradigmáticos como el de Yuliana Samboní y el de Rosa Elvira Cely, no hemos tenido una discusión más amplia sobre el poco valor que tienen las vidas de las mujeres y las vulnerabilidades que esta deshumanización nos crea. Aquí todavía condenamos los grafitis y los vidrios rotos que dejan las protestas, pero en México se han convertido en el último recurso, a manera de acción directa. Las mujeres seguirán rayando los monumentos, hasta que nuestras vidas importen más que las piedras.

@Catalinapordios

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar