México hacia la izquierda: ¿en contravía de la historia?

Las elecciones del 1º de julio en México han generado una gran expectativa. A pesar de una campaña marcada por la alta participación de millennials —aproximadamente 13 millones de jóvenes votarán por primera vez—, la compra de votos que varió entre US$30 y US$160, sobre todo en las regiones más periféricas del país, y el asesinato de más de 120 candidatos y líderes sociales, pareciera ser que aproximadamente 90 millones de mexicanos intentarán dar un “basta ya” a un sistema político que ya no responde a los desafíos estructurales del país: inequidad, corrupción y la violencia exacerbada por el narcotráfico.

La posible victoria de Manuel López Obrador, AMLO, en su tercera tentativa para llegar a la Presidencia, podría poner fin a la alianza PRI-PAN y así terminar la larga hegemonía de los partidos tradicionales, actualmente muy desacreditados.

Las últimas encuestas realizadas indican que Manuel López Obrador, líder de la agrupación Morena, Movimiento por la Regeneración Nacional, indican que AMLO tiene un 50,8 % de intención de votos, seguido por Ricardo Anaya del PAN (24,8 %), José Antonio Meade del PRI (21,6 %) y Jaime Rodríguez (independiente, con 3,7 %).

Sin embargo, en este México en donde el fraude ha sido una variable recurrente, todo puede pasar. Una vez más, intereses domésticos e internacionales sombríos podrán superar el fuerte deseo de cambio de la mayoría de la población. El 58 % de los mexicanos encuestados piden un nuevo modelo económico.

La llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, sus insultos constantes dirigidos a la nación y al pueblo mexicanos, su inhumana política inmigratoria y su obsesión por ampliar el muro en la frontera México-Estados Unidos, que según afirma será financiado por México, la suspicaz renegociación del Tratado de Libre Comercio para América del Norte y la complaciente política exterior del gobierno del presidente Enrique Peña Nieto han generado un fuerte sentimiento de indignación nacional que aparentemente ha favorecido al candidato más progresista. Algunos expertos afirman que Donald Trump y sus ímpetus, desde su vitrina política en Washington, han contribuido al posicionamiento de López Obrador.

Difícil imaginar que con la llegada de López Obrador a la Presidencia, los problemas endémicos de México puedan ser resueltos con un pase de magia. Con un PIB de aproximadamente US$987.000 millones, registra uno de los mayores índices de desigualdad del continente.

Desde la firma del TLC en 1994, México ha concentrado gran parte de sus importaciones y exportaciones en el mercado estadounidense. Estas exportaciones en su gran mayoría son controladas por empresas estadounidenses. Se ha puesto en marcha un modelo económico anclado en las maquiladoras, privatización de las estatales, retroceso en las leyes laborales y flexibilidad ambiental y una controvertida reforma energética. Desde entonces, 4,9 millones de campesinos fueron expulsados del campo.

No se puede olvidar que la economía mexicana actual está fuertemente vinculada al narcotráfico e históricamente a las remesas enviadas por los inmigrantes. López Obrador propone el fin de la desigualdad, la violencia y la impunidad, mano dura contra los corruptos de cuello blanco y la revisión de la política energética vigente. Sin embargo, ha sido reticente en temas de política exterior al contestar que “la mejor política exterior es la interior”, lo que desde otra margen lo hace asemejar a Trump y su “America First”.

Si llega López Obrador a los Pinos será un cambio histórico y México estaría en contravía del actual mapa político latinoamericano e irónicamente nuevos vientos soplarían desde el Norte. Ojalá miren en retrospectiva los aciertos y errores de la “izquierda” continental y se reaproximen a América Latina.

*Profesora de la Universidad Externado de Colombia