Mi persona

Beatriz Vanegas Athías
31 de julio de 2018 - 04:55 a. m.

¿Cuántas veces empleó el senador Álvaro Uribe la expresión “mi persona” en la farsa de rueda de prensa que dio el día de ayer?

Un monólogo de la prepotencia en el que el pleonasmo “mi persona” brilló para decirnos una vez más la poca clase lingüística que posee este personaje. Este remoquete que, en su momento, el presidente español Rajoy utilizó hasta el hartazgo: “Si yo creyera que mi persona fue un obstáculo que dificultó el triunfo del PP en las elecciones, no me presentaría a la Presidencia del partido” es absolutamente prescindible y, por el contrario, demuestra la pobreza de su léxico, pero él cree que lo entroniza.

 Allí, de pie como el guerrero que es. En Llano Grande, una de las residencias del expresidente. Situados en lo que parece ser un establo, un numeroso grupo de periodistas obedece al senador de marras por intermedio de sus jefes en los medios de comunicación en los que trabajan y corren dizque a hacer una rueda de prensa. Uno creería que una rueda de prensa comienza con algunas palabras del protagonista, quien anuncia aquello que quería difundir, y luego se procede a un espacio de preguntas por parte de los periodistas. Pero no, aquí asistimos a un monólogo de la prepotencia en donde el senador (¿o exsenador, al fin, ya renunció?) advierte que todo sea con orden y que miren que este no es un comunicado largo como los que acostumbra a hacer, que agradezcan la oportunidad. Pero a partir de entonces es él quien decide cuál es un “tema sustancial” y cuál no: “Yo quisiera ir a temas sustanciales, por ejemplo, ¿a ustedes les interesa ese tema? ¿Por qué apareció Diego Cadena?”. Y el silencio de los periodistas reina en aquel establo, tal vez para que se oiga mejor a los caballos, vacas y toros que son los verdaderos amores de este reyezuelo.

Afirma el periodista y escritor Alberto Salcedo Ramos respecto a este suceso vergonzoso para el ejercicio del periodismo: “Es una falta del respeto con el periodismo designar reporteros para que vayan a oír el monólogo de un marrullero que no va a responder sino a autopreguntarse, porque lo suyo no es la interlocución sino el monólogo”.

Y entonces este reyezuelo inicia su monólogo que cuando se interrumpe es porque algún periodista se atreve a cambiar el libreto para que él determine si responde o no. Da grima asistir a este discurso de lleva y trae, este discurso con el tono truculento de los chuzados y chuzadores. Da escozor verlo defenderse acusando a medio mundo de la persecución hacia él emprendida, porque él desea de inmediato que esto acabe. “Que el país oiga todos los audios, regulares e irregulares, porque ya quiero que se conozca toda la verdad”.

¿Cuál verdad? Ninguna verdad, sin duda, porque todos esos periodistas están ahí justamente para eso.

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