Mil años de cocaína

Héctor Abad Faciolince
19 de mayo de 2019 - 05:00 a. m.

Colombia es el país con más abogados del mundo. Aquí los abogados (más de 400.000) son una plaga, una maleza, una manigua. Se levanta una piedra y salen abogados como hormigas. Hay más de cien facultades de derecho. Vivimos sumergidos en un zumbido de leyes, decretos, normas, ordenanzas, sentencias, tribunales, juzgados, apelaciones, fueros, edictos, cartas, cortes, códigos, apostillas, actos, actas, artículos, escrituras, resoluciones, trámites, sentencias, veredictos, estatutos, exenciones, preceptos, partidas, plebiscitos, pericias, gacetas, referendos, tratados, reglamentos, vigencias, prescripciones, multas, sanciones, comparendos, constituciones, constituyentes, codicilos, reformas, legisladores, togados, procuradores, notarios, secretarios, asistentes, auxiliares, acusados, empapelados, reos, absoluciones, citados, condenados, aforados, presos, detenidos, apoderados, contralores, fugitivos, leguleyos, defensores, magistrados, fiscales, vicefiscales y fiscal general de la Nación.

En Holanda, un país con pocos abogados, con bares legales donde venden drogas, las cárceles están vacías y se las alquilan a otros países para que manden allá sus presos. Aquí las cárceles están tan hacinadas que les toca soltar delincuentes porque ya ni caben. Aunque la marihuana es legal en Holanda, los jóvenes no viven enmariguanados, y hay menos consumo de drogas que aquí. Los drogadictos tienen un problema de salud mental, no un problema legal ni policivo.

El otro día hubo aquí un lío de abogados jalándose las mechas. Tres magistrados de la JEP (contra dos magistradas que salvaron su voto) sentenciaron que no se sabía si Santrich había ofrecido o no “mercancía” (léase cocaína), y que tampoco se sabía cuándo. Fuera de eso dijeron que los tipos de la DEA le habían tendido la trampa al ciego sin orden judicial, o alguna minucia legal así. Que lo soltaran y no lo extraditaran, mientras la Corte o la Fiscalía investigaban más a fondo los hechos. Mejor dicho, los de la JEP se lavaron las manos y ganaron tiempo. El abogado y fiscal Néstor Humberto Martínez, entonces, que no veía la hora de irse de su puesto, aprovechó el papayazo y apareció rasgándose las vestiduras. Presentó su renuncia como un asunto moral y convocó a la ciudadanía a actos de protesta. El abogado y senador Uribe tuiteó que en La Habana se pactó un cogobierno con el narcotráfico.

Yo no dudo que Jesús Santrich haya estado en negocios de cocaína. Pero, según su prontuario de crímenes, de todos sus delitos este es el más chiquito. Como guerrillero en Montes de María y en la serranía del Perijá, está involucrado en secuestros, masacres y reclutamiento de menores. El narcotráfico, pues, es lo de menos. Aquí Estados Unidos y sus series nos convencieron de que no hay nada más grave que ser narco. Y no: lo menos grave que hizo Pablo Escobar fue exportar cocaína. Lo horrendo y asqueroso fueron sus bombas, sus asesinatos de jueces, políticos y civiles, sus escuelas de sicarios, sus secuestros. ¿Que lo hizo para poder traficar? Sí, pero solo porque en Estados Unidos resolvieron que la cocaína es más mortal que las armas (lo que ellos exportan) y el cianuro.

Esta semana se encontró en el altiplano de Bolivia, a 4.000 metros de altitud, la bolsa de un chamán indígena que contenía trazas de ayahuasca y cocaína. Tenía dos tabletas y un tubo de madera para aspirar la droga, bolsitas hechas con hocico de zorro para guardarla. Aquí llevamos, pues, por lo menos mil años moviendo hojas de coca de la Amazonia a los Andes. Como en Asia y Europa llevan miles de años produciendo vino, cerveza y cannabis. No estoy promocionando a los borrachos, a los cocainómanos ni a los tabaquistas. Todos se hacen daño. Pero ese no debería ser un problema de abogados, jueces y policías, sino de médicos. Los abogados todo lo enredan. Y el enredo colombiano no es otra cosa que un despelote de magistrados, ministros y fiscales que, oh casualidad, se graduaron todos en abogacía.

 

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