Mínimos para un debate presidencial

Jorge Iván Cuervo R.
06 de abril de 2018 - 03:30 a. m.

No se sabe muy bien la incidencia de los debates presidenciales en el resultado de una elección, especialmente en un sistema político como el colombiano, donde buena parte del voto en una elección de esta naturaleza se decide entre las maquinarias políticas y las fuertes adherencias ideológicas, y donde el efecto del voto de opinión ha sido de difícil medición.

En un debate el candidato expone sus ideas y controvierte las de sus contendores con el propósito de convencer a quienes aún no han decidido su voto, esa franja difusa al que todos le apuntan luego de definir y consolidar su propio electorado.

Más allá de la estrategia política de Santos en la segunda vuelta de 2010 —Odebrecht incluido—, un factor que explicó su victoria, además de ser el candidato de Uribe, fue el pobre desempeño de Mockus en los debates presidenciales, que lo hicieron ver como un inexperto e incapaz de asumir las responsabilidades que corresponden a un jefe de Estado, eso que llaman talla de estadista y que se deja ver en los debates.

Considero necesario plantear unos mínimos de rigor que deberían ser considerados en este debate presidencial para no caer en shows de humo y señalamientos mutuos.

Es importante tener claro qué puede hacer y qué no un presidente de la República. Cuando algún candidato propone algo que no es de la competencia presidencial, hay que contrapreguntarlo y cuestionarlo. Disminuir la edad de responsabilidad juvenil, acabar las cortes, convocar a una constituyente, por solo dar algunos ejemplos de lo que hoy se ha conocido que proponen algunos candidatos, no es del fuero presidencial, o al menos no exclusivamente, pues se precisa de la intervención del Congreso de la República y muchas veces de la Corte Constitucional, e incluso esas y algunas otras propuestas contradicen a la propia Constitución y se debería rechazar de entrada a quien haga campaña proponiendo reformar la Constitución que jura cumplir. La responsabilidad principal del Ejecutivo es el diseño y la implementación de políticas públicas.

También es necesario exigir un mínimo de rigor en las propuestas, sobre su impacto fiscal, viabilidad de implementación, sostenibilidad, ajuste a compromisos internacionales, que muchas veces incluye denunciar tratados internacionales. Si un candidato propone generar 500.000 empleos, por ejemplo, hay que preguntarle cómo lo hará, si es con cargo al erario, si es a través de estímulos tributarios y por qué cree que eso sí funcionará si ya hay cierto consenso de las limitaciones que tiene el Estado para generar empleos, con otras medidas que no sean inversión pública o cambios en las tasas de interés, que además no es competencia del Ejecutivo sino del Banco de la República.

En muchos otros temas, es necesario exigirles más rigor a los candidatos, con cifras confiables que se puedan verificar, con compromisos en términos de tiempo y algunos indicadores mínimos conseguibles durante su periodo. Por ejemplo, “me comprometo a bajar la pobreza multidimensional en tantos puntos porcentuales y con tales instrumentos”. Para ello, los debates deben ser preparados con expertos en los distintos temas y los moderadores deben tener la preparación para contrapreguntar sobre estos aspectos.

De esa manera evitamos shows mediáticos innecesarios y la feria de promesas incumplidas. El bueno gobierno empieza en los buenos debates y el ciudadano tiene derecho a ello.

Coletilla. En la situación de la Universidad Externado, es necesario diferenciar los temas estructurales de la coyuntura. So pretexto de reformas que es necesario empezar a debatir en el seno de la comunidad universitaria, no se puede desconocer que hay intereses particulares que quieren afectar la autonomía universitaria y la institucionalidad actual.

@cuervoji

 

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