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Ministro camuflado

Ramiro Bejarano Guzmán
23 de febrero de 2014 - 04:00 a. m.

LA CRISIS DESATADA POR LAS REVElaciones de la revista Semana no solamente se traduce en que con toda razón se llamara a calificar servicios a varios generales, o en que se descubriera el pésimo uso por el Ejército de la peligrosa ley de inteligencia, o en que se revelaran las perniciosas gestiones de magistrados de las altas cortes para componer fallos judiciales en favor de la milicia, sino en el deterioro del papel que esta democracia esperaba de un civil dirigiendo el Ministerio de la Defensa.

Contrario a lo que algunos improvisados historiadores suponen, la vinculación de un civil al Ministerio de la Defensa no fue un invento de la Constitución del 91. Durante muchos años, inclusive en la dictadura civil de Laureano, la costumbre era designar civiles en esas carteras, porque era necesario que un civil ejerciera la vocería política en nombre de quienes están impedidos para intervenir en política. Fue en el Frente Nacional cuando se instauró la pésima costumbre de que un militar se sentara en el gabinete ministerial.
 
Cuando César Gaviria restableció con Rafael Pardo el nombramiento de civiles como ministros de Defensa, ese fue un gesto de clara estirpe liberal. Nombrar allí un civil tuvo muchos propósitos buenos que se han ido desdibujando, principalmente durante los gobiernos de Uribe y Santos, y de manera irreversible con la gestión de Juan Carlos Pinzón.
Lo que se pretendió al designar un civil al frente del Ministerio de la Defensa fue enviar un mensaje civilista a todos los soldados, y a la comunidad entera, para que entendieran que no era sano para las instituciones el innecesario divorcio entre fuerzas militares y poder civil, que pregonaba la fórmula de que a las brigadas sólo podían ingresar y hablar en voz alta los uniformados.

Pero con el tiempo las cosas han resultado al revés. Desde el gobierno de Pastrana en adelante, y hasta hoy, los ministros de Defensa, sin excepción, creyeron ser soldados vestidos de civil, y asumieron la función de consuetas o de alcahuetas de los militares. Qué grave daño le han hecho a la democracia.

En efecto, hoy tenemos unas fuerzas militares desacreditadas y envalentonadas, porque todos a una, como en Fuenteovejuna, se entregaron a la orgía de los contratos, sin que el civil que debía haber detenido esa gigantesca maquinaria de corrupción que descubrió Semana se enterara de nada. Por cuenta de la seguridad democrática creció la corrupción en las tropas, a tal extremo que hoy se debate si esas horrorosas conversaciones de generales con el prisionero coronel González del Río pretendieron saquear al erario o silenciar a muchos de los que todavía no han contado todo lo que saben sobre los “falsos positivos”, o ambas cosas. No hubo un ministro civil capaz de haberles hecho ver a los militares que se extraviaban exigiendo año tras año más privilegios, que les fueron concedidos a cambio de que ganaran una guerra que no pudieron ganar, mientras muchos de ellos soterradamente se empeñan en no dejar que otros negocien la paz.

A Pinzón le cabe como anillo al dedo la frase de Woody Allen: “no conozco la clave del éxito, pero la del fracaso es tratar de complacer a todo el mundo”. Su ministerio ha inflamado el discurso guerrerista, como si eso lo hiciese mejor ministro; empero, cuando sintió pasos de animal grande con el reciente escándalo, intentó lavarse las manos, y hasta sus más leales generales le enrostraron falta de carácter, que es lo único que no le puede pasar al ministro de la milicia.

El problema no se resuelve sacando a Pinzón, porque seguramente encontrarán otro que también imite hasta el peluqueado y las actitudes castrenses. Ya es suficiente sanción dejarlo donde está, en el peor de los mundos, sin credibilidad, ni autoridad ante sus oficiales. De lo que se trata es de enmendar el rumbo de la democracia y restablecer en el Ministerio de la Defensa a quien no sienta pena de ser civil y ejerza como tal.

Adenda. Qué coincidencia que se haya tenido que aplazar la fecha de la revocatoria de Petro porque el ministro conservador y uribista, Mauricio Cárdenas, no mandó a tiempo el dinero requerido por la Registraduría.
notasdebuhardilla@hotmail.com

 

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