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Misterios de supermercado

Juan Villoro
06 de marzo de 2009 - 04:00 a. m.

Bruce Springsteen ha vuelto a ocupar las mentes y las conversaciones del planeta con varias noticias, casi todas buenas.

Luego de un derrape que lo llevó a permitir que una compilación de sus éxitos fuese distribuida en exclusiva por las tiendas Wal-Mart, conocidas por darles a sus empleados un trato similar al que Engels encontró en Manchester durante la revolución industrial, el representante del “hombre común” encaró mejores vientos: cantó en Washington antes de que Obama asumiera la Presidencia, ganó un Globo de Oro por su canción para la película The Wrestler, el 27 de enero lanzó su nuevo disco, Working on a Dream, y el 1° de febrero cantó en el intermedio del Super-Bowl, siguiendo la pista de los Rolling Stones (que en 2006 lograron un milagro que ya parecía imposible en la resignada cultura de masas: ser censurados).

El nuevo disco llega con la atmósfera de optimismo que rodea a Obama, pero recuerda que la ilusión exige trabajo duro. Los cantos de la victoria no deben olvidar lo evidente: la esperanza debe merecerse.

Una de las canciones, “Reina del supermercado”, revela los métodos de composición del Boss. Aunque no ha dejado de vivir en New Jersey, se le ve en esas calles menos que a alguien perseguido por los Soprano. Esto le permite sorprenderse con las novedades de la región. Hacía mucho que no iba al supermercado local, y cuando acompañó a su esposa a hacer la compra, descubrió que el sitio había sido renovado con esplendor (obviamente no estaba en un Wal-Mart). Los pasillos relucientes no parecían un escenario para comprar verduras, sino para hacer el amor. El alejamiento del mundo donde todo está crudo, le permitió a Springsteen volver ahí con la curiosidad de un antropólogo en Marte. El resultado fue una pieza notable.

El compositor supo que debía escribir sobre el atentado a las Torres Gemelas cuando un vecino tocó a la ventanilla de su automóvil y le dijo: “Ahora te necesitamos”. La tragedia se volvió próxima con esa voz.

Lo mismo ocurrió en el más improbable de los escenarios: un supermercado. Las galas y los conciertos en los estadios deparan menos sorpresas que abrir de nuevo los ojos, en el barrio de siempre.

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