Morimos contaminados y tranquilos

Juan Pablo Ruiz Soto
30 de enero de 2019 - 05:00 a. m.

La idiosincrasia colombiana es muy particular. Parte significativa de la población se asusta y se opone a que la guerrilla entre a hacer política; algunos prefieren seguir la guerra. Simultáneamente, en las ciudades la contaminación nos mata y todos morimos tranquilos. Pocos protestan y no hay movilizaciones. ¿Por qué la ciudadanía se levanta y expresa frente a unas cosas y el “deje así” predomina frente a otras?

El Instituto Nacional de Salud (INS) acaba de publicar el informe Carga de enfermedad ambiental en Colombia. Datos revelados: dos terceras partes de las causas principales de las 7.230 muertes por infarto y 3.873 por enfermedades respiratorias están vinculadas a la contaminación atmosférica por el material particulado suspendido en los ambientes urbanos.

La indiferencia ciudadana y la falta de aplicación de la normatividad ambiental son el asesino. Para todos, la normatividad ambiental es un referente ético y no jurídico. Sin embargo, violar la normatividad causa la muerte en algunos casos y afecta la calidad de vida siempre. En defensa de nuestra salud y del derecho a una vida sana, todos los ciudadanos tenemos el derecho y la obligación de hacer cumplir las normas. Dado que las autoridades ambientales no lo hacen, nosotros tenemos que tomar la iniciativa.

La violación de las normas ambientales no es algo nuevo. El documento Evaluaciones del desempeño ambiental: Colombia 2014, elaborado y publicado por la OCDE (2014), dice: “La legislación ambiental en Colombia es compleja y relativamente completa, pero la falta de cumplimiento de las normas ambientales en Colombia es muy elevada”. La contaminación atmosférica reafirma esta evaluación pues el incumplimiento de la legislación ambiental es rampante. Lo urgente no es cambiar las normas ambientales; lo muy urgente es exigir que la legislación existente se cumpla. Los políticos sacan pecho y hasta se pelean, ajustando leyes que ellos y nosotros ignoramos. Concentrémonos en hacer efectivas y eficientes las normas existentes.

No podemos permitir que la muerte ronde frente a nuestras narices y a las de todas las autoridades. Autos, camiones, motos y buses que violan las normas de emisiones siguen transitando; lo vemos a simple vista. Los policías deben concentrarse en parar a quienes, con sus exostos, son asesinos móviles que se desplazan atentando contra la vida de todos los ciudadanos. Atentados efectivos que hoy son responsables de 10.000 vidas al año, en Colombia.

Ante estos atentados, nos debemos movilizar. Como decía en mi columna “El taxista camino a la muerte”: “Rafael Ernesto Cuadros Rojos, quien lleva diez años conduciendo taxi en Bogotá, no fuma, pero una radiografía reciente muestras sus pulmones como los de un asiduo fumador”. La mala calidad del aire nos está matando. Lo han dicho Planeación Nacional y el Banco Mundial, lo decimos todos, pero no tomamos medidas efectivas. Ni el Gobierno central, ni las administraciones urbanas, ni la ciudadanía reacciona y actúa.

Tenemos que superar ese subdesarrollo administrativo y organizativo. Gestionemos nuestro derecho a vivir en un ambiente sano. Más buses, autos y motos eléctricas, y sanciones al diésel y a los exostos contaminantes. ¡Bienvenido el motor eléctrico! Dejemos de ser trogloditas, la tecnología existe y la evidencia de su necesidad también. Actualicémonos o cambiemos de gobernantes. Viene la elección de alcaldes, votemos por gente comprometida con el cambio en la gestión ambiental.

 

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