Sombrero de mago

Nalgas y otros símbolos de protesta

Reinaldo Spitaletta
24 de julio de 2018 - 02:00 a. m.

Mucho antes que Mockus pelara sus nalgas en la Universidad Nacional, en Medellín el actor de teatro y buen lector Pedrarias en noches de bohemia se bajaba los pantalones y mostraba su rabadilla a los taxistas y buseros que iban muy acelerados por la avenida Colombia. No sé si con el anuncio del nuevo mindefensa de regular las protestas sociales, haya que apelar (además de pelar) a los expedientes de la metáfora, la jitanjáfora (¡oh!, Alfonso Reyes), los simbolismos, los signos y señales, las alegorías, el retorno de la semiología a las calles, en fin.

Hay que prepararse, entonces, para lo que se viene, un aterrizaje de barriga. Habrá que volver a las teorías de Eco y Barthes, un poco más que a las de Marx y Engels (que en este 2018 están de aniversario por partida doble, Manifiesto de ambos y onomástico 200 de Carlitos). Y si por el acto de Mockus ante una maleducada mayoría de congresistas el trasero se pone de moda o, más que él, sus demostraciones dialécticas, es la ocasión propicia para repasar el escrito de un irreverente poeta del Siglo de Oro español, Francisco Gómez de Quevedo Villegas y Santibáñez Cevallos, alias Francisco de Quevedo, el mismo del buscón y otras picardías.

Supe que hubo remoción en bibliotecas, búsquedas afanadas en Google, agites en Facebook, para repasar o ver por primera vez el quevediano texto de Gracias y desgracias del ojo del culo, dirigidas a doña Juana Mucha, Montón de Carne, Mujer gorda por arrobas… y que, por lo demás, las escribió “Juan Lamas, el del camisón cagado”. Y todo por aquel evento que, como lo insinuaron varios poetas y tuiteros, ya quedó en los anales del Congreso. Y es plácemes y divertimento para opositores y descargas de moralinas para camanduleros y otros hipócritas.

El asunto del culo, que para algunos es palabra impronunciable e “inescribible” (lo digo por un viejo editor de prensa que siempre la censuraba), se tornó comunicación política. Y su ojo, gracias al madrileño poeta y polemista, es una remembranza de los cíclopes, incluido, claro, Polifemo. “No se espantarán de que el culo sea tan desgraciado los que supieren que todas las cosas aventajadas en nobleza y virtud corren esta fortuna de ser despreciadas della, y él en particular por tener más imperio y veneración que los demás miembros del cuerpo…”, dice don Quevedo.

Hubo filósofos, como se recuerda, que “para vivir bien” se sacaron los ojos; unos, porque la realidad o el mundo objetivo les estorbaba (los distraía) para pensar. Otros, porque para muchos muy creyentes son “las ventanas del alma” y por ella pueden entrar vicios, incestos, estupros, iras, robos, masturbaciones… Nada de tentaciones, decían. Y procedían a sacárselos, como Edipo. Pero el ojo del culo poca filosofía ha tenido. Bueno, es mejor leer a Quevedo y Villegas.

Con la descalzonada de Mockus han vuelto a la palestra de la discusión política las maneras de protestar, sus contenidos, cómo son más efectivas las demostraciones de descontento… que si lo simbólico es más elocuente, que si mostrar las asentaderas, antífonas, trancahilos o nalgatorios es pertinente para la transmisión de mensajes, sentires y pensamientos. Es decir, si las posaderas pueden ser parte de la opinión (en los reinados de belleza es muy notoria).

Hubo nefastos días en Colombia como los del gobierno de Turbay, con su estatuto de seguridad, sus torturas en caballerizas, sus allanamientos permanentes, en fin, en el que había que acudir a modos más sutiles de la protesta. Y ahora, cuando el gobierno de Duque, a través de su nombrado mindefensa, anuncia “regulaciones” a la expresión de desacuerdos, habrá que sintonizarse con la teoría de los símbolos y las representaciones.

Decía que las jitanjáforas (tan usadas por los niños) podrían ser parte del arsenal. “Cúcara, mácara, títere (Duque) fue”. O pelar el “locu” en la “lleca”, como hace años lo hacía Pedrarias, y tornar al hablado al vesre, interpretación popular de barriadas que el neoliberalismo no ha podido privatizar. Butón butera tabique y afuera, que ahí viene la chota o la tómbola. Y a correr.

Así que la iconografía de la protesta puede enriquecerse en este período (o la noche que llega), con emojis, pictogramas, pintura mural, happenings, videojuegos, dibujos a mano alzada y tantos recursos más. Así que publicistas, diseñadores, actores, raperos, trapecistas, acróbatas pueden ser los nuevos profetas de la crítica al poder.

De tal modo que ahora, con el retorno de los embrujadores símbolos e iconografías, los discursos políticos pueden ir adobados con rabadillas y, como en tiempos de la Italia circense, no faltarán cicciolinas muy aventadas.

 

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