#EconomíaParaMiPrima

Navidad eficiente e ineficiente, para mi prima

Martín Jaramillo
21 de diciembre de 2019 - 05:00 a. m.

Se acaba el 2019 y en esta columna tuvimos de todo: hablamos de Reagan y Thatcher, de populismo legislativo en contra del sector bancario y de las propuestas en el Plan Nacional de Desarrollo. Tenemos #EconomíaParaMiPrima para rato y este año que viene se pone mejor.

Por lo pronto, todos estamos pensando en la Navidad y los economistas no somos la excepción. Lo único es que mientras el resto de la gente está comprando regalos y rezando novenas, mi prima y yo recordamos el clásico estudio del economista Joel Waldfogel llamado “La pérdida de bienestar de la Navidad”.

Hace unos años, Waldfogel publicó un artículo académico que demostraba que quienes recibían un regalo de Navidad nunca hubieran estado de acuerdo con pagar el precio que cuesta ese regalo. Las medias que la tía le regala a uno cuestan unos $20.000, pero uno solo pagaría $13.000 por ellas: los economistas, ante esta situación, decimos que hay una pérdida de bienestar de $7.000.

Para no entrar en detalles con la metodología, veamos dos ejemplos. El primero es que los miles de bonos de regalo que se entregan en Navidad nunca se usan: el bono de Arturo Calle que le dieron al primo pinchado se fue a la basura. O las tres Barbies idénticas que recibió mi prima esta Navidad, o la camiseta del tío que es de Millonarios y el amigo secreto pensó que era de Santa Fe.

El autor computa datos para averiguar más o menos de cuánto era esa diferencia y encontró que dar regalos a otras personas destruye entre una tercera parte y una décima parte del valor de los regalos: ese es el tamaño de la ineficiencia.

La primera vez que le conté sobre este estudio a mi prima por poco me mata y abandona la profesión de economista. ¿Cómo se nos ocurre sugerir que los regalos no sirven para nada? ¿Perdieron la cabeza?

No la culpo, esta es la respuesta normal de cualquier no economista ante este tipo de provocaciones intelectuales (y si el objetivo es indignarse más, recomiendo leer “Market for Babies” de Posner). Sin embargo, creo que el artículo está algo malinterpretado: el valor sentimental —y eso hasta los economistas lo saben— es parte del regalo.

—¿Los economistas saben eso? —preguntó mi prima sorprendida.

—Sí, prima. Por ejemplo, los economistas Sara Solnick y David Hemenway hicieron un estudio y encontraron que es mejor dar un regalo sorpresa que un regalo ya solicitado.

—Y el agua moja también, ¿cierto? —me dijo mi prima.

Me causó mucha risa.

—Es cierto que los economistas gastamos horas en probar cosas que son obvias: como por ejemplo que los regalos sorpresa son mejores —le dije.

—¿Entonces para qué lo hacen? ¿Será acaso un exceso de oferta de tiempo libre?

—Acepto la burla, prima. Pero si vieras la cantidad de veces que encontramos que la realidad contradice las percepciones que parecen obvias.

Diría uno que entonces es mejor dar efectivo para ser más eficientes, pues la persona puede escoger por sí misma lo que quiere, pero eso no es lo que creemos los economistas. Waldfogel solo hace el análisis monetario y los buenos economistas saben que el mundo es más que plata, ¡incluso el mismo autor da regalos! Un regalo no solo es la plata que se invierte (mal invertida, usualmente), sino el esfuerzo por pensar en la otra persona, tratar de averiguar qué le gusta y demostrarle que uno efectivamente la conoce (signaling le dicen los economistas). Eso vale mucho más que cualquier pérdida de bienestar monetario.

Los economistas no somos buenos en muchas cosas pero, si esta teoría es cierta, la ineficiencia de la Navidad es un precio muy barato a pagar por la oportunidad de demostrarles a otros cuánto los queremos.

Una feliz (y eficiente) Navidad para todos.

@tinojaramillo

www.economiaparamiprima.com

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