LA ORGANIZACIÓN DE LAS NACIONES Unidas (ONU) fue creada para preservar la paz entre las Naciones y promover la resolución pacífica de las divergencias que puedan surgir entre los miembros de la comunidad internacional.
Ante el escalonamiento del conflicto entre Colombia y Venezuela, es indispensable que la ONU intervenga cuanto antes para evitar una guerra fratricida. Hace poco la amenaza de esta confrontación bélica era cosa de ciencia ficción. Quienes advertimos del peligro fuimos acusados de alarmistas. Pero los hechos lamentablemente parecen augurar lo peor. Como en una espiral enloquecida que no tiene reverso, los gobiernos de las dos repúblicas se empeñan en construir un teatro de guerra del cual todos saldremos perdedores. No es sino repasar las noticias de prensa de las últimas semanas, el informe de la Cancillería de Colombia al Congreso de la República sobre los supuestos vínculos del presidente Chávez con las Farc y el Eln, o las declaraciones de los ministros de ambos países, para entender que el enfrentamiento militar, lejos de fantasía tremendista, tiende a convertirse en profecía cumplida.
Hagamos memoria. La acusación a Chávez de ser cómplice de la guerrilla y de pretender exportar su revolución bolivariana a otros países ha sido reiterada. A ésta se responde periódicamente desde el Palacio de Miraflores con la teoría de un complot del imperialismo yanqui o del cuestionado narcoparamilitar gobierno del presidente Uribe. Pero lo que podría ser mera expresión de mal gusto y de pésimo manejo de las relaciones internacionales ha pasado a situaciones de hecho. El miércoles 29 de abril de 2009 conocimos de la muerte de ocho militares en un presunto enfrentamiento con las Farc en la Serranía del Perijá en los límites con Venezuela. Ese mismo día, el presidente Uribe solicitó públicamente al presidente Chávez desde Roma su colaboración para dar captura a los guerrilleros que habrían escapado al vecino país. Cuatro días después, el domingo 3 de mayo se informó de la muerte de dieciséis militares venezolanos a causa de la caída de un helicóptero cerca a la frontera. Lo que habría sido una desafortunada coincidencia, tiene los visos de la primera escaramuza bélica. Esta se suma a la aparición hace algunos años de los cuerpos con signos de tortura de un capitán y un suboficial del ejército colombiano señalados de espionaje en Venezuela y a la muerte brutal aún no aclarada de los integrantes de un presunto equipo de fútbol hace algunos meses, también en territorio del vecino país.
Lo que sólo sería fruto de mentes calenturientas ha pasado esta semana a convertirse en imputaciones públicas al presidente Chávez. El informe de la Cancillería lo sindica de apoyar directamente a las guerrillas terroristas colombianas y anticipa las causales de justificación de una presunta guerra defensiva “ante agresiones constantes y manifiestas” del gobierno vecino. Las circunstancias político electorales en Colombia, la presencia estadounidense en las bases militares del país y la crisis energética en Venezuela configuran un contexto nada favorable a la paz. Ante estas perspectivas es imperioso que los dos gobiernos hagan un alto en el camino, reflexionen y acudan al Consejo de Seguridad de la ONU de forma que con su intervención, mediante el diálogo y la diplomacia, se logre evitar una absurda e innecesaria guerra entre hermanos. Exigimos la paz por vía del derecho y no como resultado de hechos sangrientos por muy justificados que se pretendan los gobernantes de turno.