A mano alzada

Nixon y Moon Jae-in

Fernando Barbosa
10 de abril de 2018 - 06:30 a. m.

El próximo 27 de abril se reunirán el presidente de Corea del Sur, Moon Jae-in, y el líder de Corea del Norte, Kim Jong-un. Esta es una ocasión muy especial que ha sido precedida por el encuentro de Kim con Xi Jinping en Beijing y se presenta también como la antesala del que sostendrá el mismo Kim con Trump a finales de mayo. Seguramente los ojos del mundo estarán fijos sobre el tema de la desnuclearización de Corea del Norte, aunque no será el único objetivo y cuyo éxito dependerá de otros resultados tanto internos como externos.

Richard Nixon en su libro La verdadera guerra (1980: 344) afirmaba que “el resultado del ‘conflicto profundo’ entre Este y Oeste dependerá de nuestros arsenales militares, de nuestra visión estratégica y de nuestro control de los recursos materiales que se necesitan para fabricar las armas de la guerra y fortalecer los nervios de la paz. Pero dependerá también de cómo empleemos otro recurso, el más precioso de todos, que para todos y cada uno de nosotros es finito: el tiempo”.

Sin duda ese reloj tiene efectos impresionantes. Su tic-tac en medio de nuestro proceso con las Farc tuvo el ritmo particular que conocemos. Como lo tuvo el encuentro de Nixon con Mao en 1971: una demora pudo haber precipitado una guerra. Y es justo ese tiempo el que hoy resulta crucial para los dos mandatarios coreanos.

Kim parece contar con que su poderío militar le permite hablar. Pero entiende que solo no logrará sobrevivir. Lo paradójico es que su aliado incondicional de ayer, China, hace cálculos diferentes a los que hizo en el pasado, lo cual lo lleva a buscar nuevos espacios y es allí donde coinciden las necesidades de Seúl y Pyongyang. Moon, en efecto, tiene las mismas limitaciones de maniobra por su dependencia de los Estados Unidos. Pero además tiene un reto doméstico enorme y una oportunidad para rearmar su país que no da espera: se trata de transformar la política hundida en la corrupción y de reformar los grandes grupos económicos, los chaebols, que la han propiciado. La reciente condena a 24 años de prisión por corrupción de la expresidenta Park Geun-hye tiene abiertas todas las heridas.

Tal como se ha conocido y se ha comprobado, el gobierno de Kim se ha venido preparando para las negociaciones. La determinación que ha mostrado en sus acciones y anuncios no es improvisada. Recuérdense la participación en los Juegos Olímpicos de Invierno y su última visita a Beijing. Moon, por su parte, no es un principiante. Como jefe de gabinete del presidente Roh Moo-hyun participó en la continuación de la Sunshine Policy establecida por Kim Dae-jung para manejar las relaciones con Pyongyang, política de la que surgió el primer encuentro entre los jefes de los dos gobiernos en 2000. Ojalá que esta nueva cita, como la de Nixon y Mao, no sea demasiado tardía.

 

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