Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
— Oites Maruja, vos que conocites personalmente a Tirofijo, ¿cómo era como ser humano?… Bueno, como “ser” a secas.
— Te voy a contar cómo era un día normal de don Tiro: Como buen campirano, era madrugador… A las 4 ya estaba en pie y se tomaba el primer tinto en aguapanela y se tragaba una pepa pa la presión.
— ¿La presión militar?
~~~
— Hasta las 5 limpiaba el fusil con pomada Brasso y polichaba las granadas… Después prendía el radio pa oír un programa que le encantaba: Las voces del secuestro.
— ¿Y verdá que una guerrillera lo bañaba?
— Pero era muy desconfiado y solamente se dejaba estregar la espalda de un guardaespaldas… Por ai a las 6 desayunaba trancado: caldo de mico, morcilla hecha con tripas de tatabra, cazabe recalentado, tajada de boa frita, güevos de colibrí con tomate y cebolla y jugo de copoazú.
— Se cuidaba don Tiro… Con razón esa pipa de miembro de Secretariado.
~~~
— A las 7 ya estaba despachando: Hablaba con el Departamento de cobranzas, o sea estorsiones, firmaba las ejecuciones de los desertores y aprobaba los alias de los nuevos guerrilleros.
— ¿Ejecuciones? ¡Tan ejecutivo!
~~~
— Yo era la secretaria y me tocaba oír mucha cosa. Cuando llamaba el Negro Acacio, don Tiro le decía: “¿Cuántos kilos?… Bueno, pero que sea a mis espaldas”.
— Un político nato.
— Y cuando llamaba la pobre Karina, don Tiro me hacía señas pa que lo negara… Me tocaba inventar disculpas: que estaba al frente visitando un Frente.
~~~
— Cuentan que don Tiro era muy cusumbosolo, muy callado, y que tocaba sacarle las palabras con ganzúa.
— Depende… Cuando cogía confianza era una cajita de música y echaba cuentos. Su cuento preferido era que estaban un bogotano, un pastuso, un costeño, un llanero y un paisa… ¿Y adivinen a cuál reeligieron?
~~~
— ¿Y qué contaba de su pasado?
— Tirofijo era un campesino casi analfabestia que salió de su finquita de güida de la violencia y se volvió desplazado. Y en ese tiempo ser desplazado era muy horrible porque no había semáforos dónde pedir ni puentes dónde dormir ni canecas de basura dónde esculcar… No había garantías.
~~~
— ¿O sea que Marulanda mejor se devolvió pal monte?
— Y fundó la guerrilla, que los godos bautizaron como “chusma”… Pero al principio la guerrilla era muy romántica: cuando atacaban un pueblo no asaltaban la Caja Agraria sino que desocupaban las floristerías y regalaban flores.
~~~
— ¿Y al fin qué quería don Tiro?
— Ser presidente… Él se soñaba con conocer Bogotá, montar en las escaleras eléctricas de Unicentro, ser socio del club El Nogal, ir a las frijoladas de doña Olga Duque, probar el suchi…
— ¿Es verdá que nunca conoció el mar?
— Nada… La única vez que salió de la selva, estuvo en Bolivia… Por eso insistía en el despeje de Pradera y Florida, pa tener un corredor que lo sacara a conocer el mar.
— Irónico que un guerrero quiera conocer el Pacífico.
~~~
— Cuando por la tarde nos sentábamos a ver morir el sol, don Tiro me abría su corazón…
— Pero dicen que no tenía “mango”.
— Muy cierto, no tenía… Lo perdió: “Jugó su corazón al azar y se lo ganó la violencia”… Cuando yo le preguntaba si no le tenía miedo al infierno, me decía: Ay, doña Maruja, lo que sea… No veo la hora de estar por fin en un lugar tranquilo.
— Así es la vida: don Tiro pasó de anillos de seguridá a círculos del infierno.
— Q.E.P.D (Que en paila descanse).
