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No se combate un delito delinquiendo

Antieditorial y María Clemencia Torres
13 de julio de 2020 - 05:01 a. m.

En respuesta al editorial del 26 de junio de 2020, titulado “No solo con fallos se ataca la violencia sexual”.

El editorial de El Espectador “No solo con fallos se ataca la violencia sexual” se refiere a la publicación del medio virtual Volcánicas, de autoría de Catalina Ruiz y Matilde Londoño. En él, presentan ocho testimonios de mujeres, que dan cuenta de los presuntos abusos a los que fueron sometidas por el cineasta Ciro Guerra, afirma que las denuncias están “bien documentadas” y que la investigación es exhaustiva; pero, a mi juicio, este análisis es bastante superficial.

En primer lugar, como en todas estas denuncias, ocultan los nombres de las denunciantes y de los supuestos testigos. Con respecto a ellas sí vale el argumento de “respetar su privacidad”, y afirman las autoras de la publicación que “para evitar la revictimización no llegarán a estrados judiciales”. ¡Qué manera tan fácil y perversa de arrasar con un ser humano sin asumir ninguna responsabilidad! Llama la atención que frente a las mujeres se invoque el respeto y la no revictimización, pero que frente al acusado, juzgado y lapidado hombre esos imperativos éticos no tengan valor alguno. No se profesa el mínimo respeto por la presunción de inocencia, el debido proceso, el derecho a la defensa y, menos aún, el derecho a la honra y buen nombre; en este caso, el cineasta Ciro Guerra, como lo hicieron con Hollman Morris.

Es evidente el afán de condenar al cineasta tanto en la publicación de Volcánicas como en el editorial de El Espectador. Sin una mínima reflexión se dan por verdad absoluta los testimonios y los pantallazos de conversaciones entre amigas. ¿Dónde queda el rigor periodístico y lo exhaustivo de la investigación si en ningún momento se consultó la versión del cineasta sobre las acusaciones en su contra? El argumento de la inoperancia de la justicia y la impunidad resulta muy pobre cuando en la gran mayoría de estos casos no se han realizado las denuncias ante las instancias judiciales y, en cambio, resulta muy conveniente para no tener que presentar pruebas y someterlas a juicio.

El editorial de El Espectador hace toda una oda a la perversidad de la práctica del escrache, que consiste en acusar de manera anónima a hombres por acoso y abuso sexual, sin asumir ninguna responsabilidad sobre la veracidad y menos sobre los efectos en la vida de los hombres víctimas de esta práctica. Basta recordar el suicidio de Fabián Ramírez, estudiante de la Universidad Pedagógica Nacional, tan solo seis días después de haber sido sometido al escarnio publico por un colectivo feminista.

No creo que sea una coincidencia que la publicación contra el cineasta sea el lanzamiento del periódico virtual Volcánicas a pocos días del estreno de la película Esperando a los bárbaros, como tampoco lo fue en el caso de Hollman Morris, sometido a lo mismo en plena campaña electoral. No se combate el acoso y el abuso con una práctica sicarial como el escrache, ocultándose, sin importar a quien más se lleven por delante: hijos, madres o la vida misma de un ser humano.

*Periodista, doctora en pensamiento complejo, Multiversidad Edgar Morin (México).

Por María Clemencia Torres

 

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