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Nostalgias Navideñas del Eje Cafetero

Uriel Ortiz Soto
21 de diciembre de 2010 - 04:08 a. m.

Las costumbres navideñas que nos legaron nuestros antepasados, hombres recios en el trabajo, forjadores del futuro y de gran espíritu religioso, aún continúan vivas en el corazón de los habitantes del Eje Cafetero. Todo dentro de un ambiente esencialmente religioso.

Sin embargo, por esta época hay que acudir al baúl de los recuerdos, puesto que al abrirlo,  se encuentran almacenadas las costumbres y recetas navideñas que nos inculcaron nuestras madres, tías, abuelas y bisabuelas, que han ido heredándose de generación en generación. Por ejemplo, la forma hermosa y sencilla de construir un pesebre siguiendo paso a paso los días de la novena. Son varias las veredas, que construyen pesebres en la vera del camino, cubriendo su techo con hojas de platanillo, y adornados con racimos de heliconias, muchas fuentes naturales de agua son trasportadas desde las quebradas ale deñas con el fin de darle mayor vistosidad.

Desde principios de diciembre empiezan los preparativos con la recolección del musgo y las flores silvestres para su construcción. La novena de aguinaldos se reza en comunidad amenizada por pequeños instrumentos interpretados por chicos y grandes; los pueblos y veredas se visten de fiesta; los niños con su inocencia tradicional recitan a viva voz lo que les traerá el Niño Dios; sus padres temerosos de no poderles cumplir empiezan a prevenirlos, advirtiéndoles que “este año el Niño Dios está muy pobre” y que por lo tanto no pueden ser exigentes”.

Todo transcurre en un ambiente comunitario, las amas de casa con el ingenio de siempre, están pensando en las deliciosas viandas que prepararán para la ocasión. El aroma de natilla y buñuelos invade toda la comarca y es costumbre el reparto de las mismas por todo el vecindario en demostración de convivencia, aprecio y cariño, – con excepción del vecino tacaño, que madruga a las cuatro de la mañana al sacrificio del porcino, únicamente para su familia; y no tener que compartir los deliciosos chicharrones  con sus allegados; para escabullirse le amarra el hocico con un cordel de fique, pero, infortunadamente lo delata el olor a helecho sarro destinado para chamuscarlo.

El veinticuatro de Diciembre es el día esperado por todos, transcurre en medio de la camaradería y el entusiasmo. El fogón de tres piedras permanece encendido desde las seis de la mañana en el patio principal de la casa, donde se prepara la cena que se servirá a las doce de la noche. Los niños desde muy temprano colocan debajo del pesebre el sombrero para que el Niño Dios les deposite el aguinaldo, por lo tanto, los jefes de hogar, a partir de las diez de la noche acuden a la casa vecina a recogerlos donde los habían almacenado unos días antes, sin que sus párvulos se dieran cuenta.

Las festividades navideñas,  son épocas de reflexión entre sus habitantes, propicias para que entre compadres y comadres, se limen pequeñas asperezas surgidas durante el año por pequeñas diferencias en las actividades propias de su entorno. Pero no obstante, en la Navidad, sana, sencilla y religiosa de sus moradores, no faltan los hechos que lamentar, son muchos los hogares que en la actualidad se privan de la presencia de uno, o varios de sus seres queridos por motivos de desplazamientos u otras formas de violencia practicada en nuestra ya martirizada Colombia. Por esta causa más que justificada, muchas familias  no celebran ningún rito navideño, sencillamente se dedican a dialogar espiritualmente con su ser querido caído en desgracia, pidiendo al Niño Dios, que los devuelva sanos y salvos a sus parcelas de las cuales fueron despojados por grupos ilegales al margen de la Ley.

urielos@telmex.net.co

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