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Nuestro cerebro parcializado

Nicholas D. Kristof
09 de mayo de 2015 - 08:29 p. m.

A FIN DE ENTENDER MEJOR LAS raíces de la división racial, piense en lo siguiente:

Todo parece indicar que el cerebro está conectado para categorizar a la gente por raza en el primer quinto de segundo después de haber visto una cara. Escaneos del cerebro muestran que incluso cuando se dice a la gente que divida a la gente por género, el cerebro sigue agrupando a la gente por raza.
 
El prejuicio racial también empieza asombrosamente temprano: Incluso infantes a menudo demuestran preferencia por su propio grupo racial. En un estudio, infantes blancos de tres meses de edad vieron fotografías de caras de adultos blancos y adultos negros;  prefirieron las caras de blancos. Para infantes negros de tres meses que viven en África, fue al revés.
 
Esta preferencia reflejó a lo que el menor estaba acostumbrado. Infantes negros que viven en Israel, abrumadoramente blanco, no demostraron una firme preferencia en uno u otro sentido, con base en el estudio, publicado por Ciencia Psicológica.
 
¿De dónde proviene esta arraigada propensión al prejuicio racial?
 
Algunos académicos sugieren que en tiempos evolutivos nos fuimos adaptando para hacer juicios instantáneos sobre si alguien está en nuestro “grupo interno” o no; porque eso pudiera terminar salvando la vida. Un niño que no prefiriera a su grupo podría  haber estado en riesgo de ser matado a palos.
“Es una característica de la evolución”, dice Mahzarin Banaji, catedrático de psicología de Harvard que codesarrolló pruebas de prejuicios inconscientes. Estas sugieren que resulta que la gente tiene prejuicios de los que no estaba consciente e incluso desaprueba.
 
He escrito antes sobre parcialidad inconsciente, y lo exhorto a ponerse a prueba en implicit.harvard.edu. Resulta aleccionador darse cuenta de que sin consideración a lo que se crea intelectualmente, la gente es parcial con respecto a la raza, género, edad o discapacidad.
 
Lo que resulta desalentador en particular es que este prejuicio inconsciente entre los blancos hacia los negros parece justamente tan grande entre alumnos de preescolar que entre ciudadanos de la tercera edad.
Los proyectos de investigación de Banaji revelan que el prejuicio inconsciente de tipo racial aparece en los niños apenas tienen las habilidades verbales para ser sometidos a pruebas de ese tipo, alrededor de los cuatro años de edad. El grado de parcialidad inconsciente después parece bastante constante: en pruebas, esta parcialidad inconsciente resulta siendo casi igual para un menor entre cuatro y seis años de edad que para un ciudadano de la tercera edad que creció en tiempos más opresivos racialmente.
 
En una serie de experimentos, niños de apenas cuatro años vieron fotos ambiguas de personas que podían ser blancas o asiáticas. En algunas, la gente en las fotos estaba sonriendo; en otras, fruncía el ceño.
Los niños blancos juzgaron de manera desproporcionada que las personas que estaban sonriendo eran blancas y que las que estaban enojadas eran asiáticas. Cuando el mismo experimento se llevó a cabo en Taiwán con exactamente las mismas fotografías, los niños taiwaneses creyeron que las caras sonrientes eran asiáticas y que, cuando fruncían el ceño, eran blancas.
 
También se enseñó a los niños estadounidenses caras que eran ambiguas con respecto a si la persona era blanca o negra. En esos casos, los menores blancos pensaron abrumadoramente que las personas sonrientes eran blancas y que las ceñudas eran negras.
 
Se han conducido muchos de estos experimentos sobre parcialidad en grupo por todo el mundo, y casi cada grupo étnico demuestra parcialidad que favorece a los propios. Con una excepción: los negros estadounidenses.
 
Investigaciones arrojan que, marcando un contraste con otros grupos, los afroestadounidenses no tienen una parcialidad inconsciente hacia los propios. Desde la infancia hasta la adultez, son esencialmente neutrales y no favorecen ni a blancos ni a negros.
 
Banaji y otros académicos sugieren que esto se debe a que incluso pequeños niños negros absorben de alguna manera el entramado social en el sentido que la piel blanca es prestigiosa y que la piel negra no lo es. En cierto sentido, eso es indeciblemente triste; en otro, es un modelo de neutralidad racial de tipo inconsciente. Sin embargo, incluso si nosotros, los seres humanos, hemos evolucionado para tener predilección por preferencias raciales desde una edad muy temprana, esto no es destino. Podemos resistirnos al legado que la evolución nos ha legado.
 
“No habríamos sobrevivido si nuestros ancestros no hubieran desarrollado cuerpos que almacenaban azúcar y grasa”, dice Banaji. “Lo que los hizo sobrevivir es lo que nos mata”. Sin embargo, peleamos la batalla del montón y a veces ganamos; y de la misma forma, podemos resistirnos a una predisposición a la parcialidad en contra de otros grupos.
 
Una estrategia que funciona es ver imágenes de heroicos estadounidenses negros; más tarde, blancos y asiáticos demuestran menos prejuicio, arrojó un estudio. De la misma forma, oír una historia en la que una persona negra rescata a alguien de un atacante blanco reduce el prejuicio contrario a los negros en pruebas posteriores. No está claro cuánto tiempo dura este efecto.
 
Profundas amistades, particularmente relaciones románticas con alguien de otra raza, también parecen acallar el prejuicio; y eso también tiene implicaciones para unir a jóvenes con miras a que forjen poderosas amistades.
 
“Si usted efectivamente tiene amistades sin consideración a la raza, es probable que tenga menos prejuicios”, dice Banaji. “Se aprenden, así que pueden desaprenderse”.
 
* Columnista de The New York Times.
 
Se puede contactar en Facebook.com/Kristof o en Twitter: @NickKristof.
The New York Times 2015

 

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