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Océanos ácidos y carbón

Juan Pablo Ruiz Soto
01 de abril de 2009 - 03:55 a. m.

EL INCREMENTO EN EL NIVEL DEL mar es algo que preocupa a los habitantes de islas y zonas costeras. Al calentamiento global (CG) se atribuye que en la marea alta, el mar esté llegando a puntos tierra adentro donde antes nunca llegaba.

En Colombia, políticos y empresarios se informan tangencialmente del asunto cuando los taxistas que los transportan a sus conferencias en Cartagena, comentan que ahora las calles se inundan con mucha frecuencia en la marea alta. El pueblo ilustra al político.

Hace unos años, los ecologistas alarmaron al mundo con imágenes de los polos que al derretirse generaban dificultades al oso polar y a las focas. Los niños, mucho más sensibles, empezaron a hablar de CG, ilustrando a los adultos. Hoy el CG preocupa a muchos, pero aún no toca ni a la producción ni al consumo, que con su dinámica agudizan el fenómeno.

Menos impactante que inundaciones en ciudades turísticas, o la pérdida de hielo en los polos, es la acidificación de los océanos, que se da como consecuencia de la cantidad de dióxido de carbono que de manera creciente es generado por chimeneas y exostos y que se disuelve en el mar. Según un informe de la Universidad de Bristol, recientemente publicado en un encuentro de científicos marinos realizado en Copenhague, la misma ciudad donde a finales de este año debe renegociarse el compromiso de los países frente al CG, el acelerado incremento del pH de los océanos puede llevar a procesos de extinción sólo vistos en la época de extinción de los dinosaurios. El incremento en el pH impacta inicialmente los niveles superiores de los océanos y va descendiendo, afectando toda la vida marina, generando algo así como la desertificación de los mares.

La acidificación de los océanos es un fenómeno distinto al del CG, pero asociado a la misma causa, es decir, a la mayor presencia de CO2 en la atmósfera. Es tiempo de tomar medidas radicales y severas, pues integralmente estamos con un planeta en peligro.

La crisis económica es una gran oportunidad para racionalizar el consumo y la producción. Paradójicamente, primero en Estados Unidos, y ahora en Colombia, políticos y empresarios proponen como estrategia para enfrentar la crisis apoyar la industria automotriz. Todas las medidas que se tomen en reacción a la crisis económica deben ser consistentes con la emergencia global, de profundo alcance, que nos está generando la creciente emisión de CO2. No se trata de salvar el planeta liquidando la industria automotriz, pero hay que adecuar el automóvil y el transporte al mundo contemporáneo y sus necesidades. Ahora que tenemos opciones tecnológicas, no se debe permitir que el rescate de la industria automotriz sea sencillamente producir más de lo mismo, incentivando el consumo de autos y petróleo que conduce a la destrucción global.

Todo aporte al sector productivo y a la reactivación del consumo debe hacerse en el contexto de disminuir la generación de CO2. Hoy, los impactos globales de la producción y el consumo exigen un replanteamiento que va más allá del manejo de variables macroeconómicas. Los economistas aún no reconocen que esta es una gran diferencia con la crisis de 1929. Hay que producir y consumir en el contexto de mitigación y adaptación al cambio climático y en este sentido la crisis económica es una oportunidad para incentivar el uso de tecnologías ambientalmente amigables. Motores híbridos y apoyo al transporte masivo son dos opciones concretas para el sector automotor.

*El autor es economista con especialidad en manejo de recursos naturales en el Banco Mundial. Los puntos de vista aquí expresados son del autor, no representan ni pueden atribuirse a la entidad para la cual trabaja.

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