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El pesimismo liberal de Humberto de la Calle

Daniel Mera Villamizar
30 de julio de 2016 - 02:44 a. m.

El pensador italiano Raffaele Simone se lo agudizó, y eso no conviene.

Su escrito "Democracia: ¿Ocaso o Transformación?", publicado en La Silla Vacía, no fue noticia, pero es importante. De la Calle es el político intelectual más relevante de su generación (cohorte que a primera vista no existe ya en la política), y ha conservado el respeto de ser leído más allá de la negociación en La Habana.

Su proceso de pensamiento es importante porque actúa como 'fiel de la balanza' y es bueno en eso (piénsese, por ejemplo, en la formulación oportuna del incidente de impacto fiscal frente a la discusión tensa entre sostenibilidad fiscal y derechos fundamentales).  Y resulta que en su texto parece un intelectual liberal en retirada o demasiado pesimista.

Una vez me le quejé de las ínfulas constituyentes de la Corte Constitucional y su respuesta fue "es una tendencia mundial". Como quien dice, "no coja lucha". Recordé esa  resignación al leer su genuina preocupación por el estado y el futuro de la democracia liberal en el primer mundo y en Colombia. Si De la Calle abandona la batalla, estamos en problemas.

Es necesario discutirle el diagnóstico de "los problemas estructurales de la idea liberal". Si lo aceptamos sin más, de pronto los remedios nos sepan amargos y con muchas contraindicaciones. Él dice:  1) "La idea de la igualdad ha sido reemplazada por la visión postmodernista de lo específico". 2) "Es la noción misma de ciudadanía la que está en quiebra".  Y 3) "Representación como lugar de encuentro es una idea rota".

Bueno, en realidad ese es el parte de victoria que quisiera dar cualquier antiliberal, en especial si es comunitarista (por aquello de "lo específico"). De la Calle no es un antiliberal, claro. No afirmaría 1, 2 y 3 filosófica y normativamente, sino tal vez en un plano empírico, de lo observable, pero habría que creer que la realidad simbólica y discursiva es toda la realidad. 

Sin embargo, anota que "la mayor porción de nuestros ya casi cincuenta millones de habitantes, (viven) bastante desentendidos, embargados en la lucha por el condumio, la faltriquera, léase la simple supervivencia". Es decir, los activistas "postmodernistas" (o "premodernistas")  le estarían 'sustituyendo' la realidad ancha y ajena, donde construir ciudadanía y representación es un imperativo democrático, sí, y liberal en el sentido filosófico.

El ideal de una sociedad de iguales ante la ley es bastante joven en la historia. Más vieja es la idea de los estamentos, las castas y las 'corporaciones' con derechos y deberes diferenciados. De hecho, venimos de allá (y a muchos no les gustaba el régimen, por lo que hicieron la revolución de la independencia).  La democracia liberal, producto estrella de la modernidad, apela al individuo por encima del grupo o la comunidad, pero no le impide, obviamente, decidir basado en su comunidad o identidad particular. No es difícil ensayar una defensa.

Pero Humberto de la Calle transmite desesperanza ante los desafíos que enfrenta la idea liberal. Se pregunta  "si estamos en el ocaso de la democracia liberal, o en el amanecer de una nueva gobernanza postmodernista. O también, aunque suene difícil,  si las sombras son pasajeras y hay un nuevo futuro para la democracia representativa". Hay un momento en que estas dudas intelectuales son un problema para un político, sobre todo si ha estado cuatro años dialogando en una mesa nutrida de antiliberales.

¿Cuál puede ser la alternativa a la democracia que conocemos?, le preguntan a Raffaele Simone, autor de El hada democrática. Por qué la democracia fracasa en su búsqueda de ideales. "Existe la democracia a lo Vladimir Putin: centrípeta, muy autoritaria, con un jefe o un restringido grupo de mando. O el modelo chino: “Os reconozco derechos económicos pero no derechos políticos”. O el paradigma de algunos países islámicos donde el poder político y el religioso se funden", contesta. "No digo que sean deseables. (…) No es así: igual que la ganamos podemos llegar a perderla (la democracia liberal)".

Pareciera que hay una idea en ebullición en la cabeza de Humberto de la Calle, que se expresa aquí de modo inquietante para los reformistas: "Segmentos bien intencionados, en cambio, trabajan en las refacciones del edificio, con la creencia de que la estructura está sana: normas sobre partidos políticos, financiación de campañas, sistema electoral, ampliación y refinamiento de la representación". Con lo difícil que ha sido avanzar la eliminación del voto preferente o controlar el dinero en la política, por ejemplo, ¿ahora resulta que son cosas menores, refacciones? ¿Entonces qué hay que hacer?

@DanielMeraV

 

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