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La Universidad Distrital y su rectoría interina

Cartas de los lectores
27 de mayo de 2016 - 02:00 a. m.

Sobre las protestas en la Universidad Distrital y decisiones judiciales que desconciertan.

La Universidad Distrital y su rectoría interina

En semanas pasadas, El Espectador difundió ampliamente una noticia relacionada con una lesión infligida a un presunto estudiante de la Universidad Distrital (UD) en refriega con las autoridades.

Sirve la ocasión para que, en aras de su acostumbrado equilibrio informativo, la opinión pública conozca que estas refriegas están orquestadas por una minoría profesoral y estudiantil que rechaza la elección de rector en propiedad, programada reglamentariamente para el próximo 7 de junio.

La UD, emblemática educadora de 22.000 estudiantes de estratos 0, 1, 2, 3 del Distrito Capital, acumula 2,5 años con rector en interinidad. Una precaria rectoría que se ha prestado a todo tipo de irregularidades disciplinarias y administrativas de las que están enterados los entes de control, todos a una sumidos en un mutismo cómplice. Conviene por tanto que las 22.000 familias de los estudiantes de la UD y la opinión pública capitalina de cuyos impuestos se financia esta academia, apoye el reordenamiento que significa la próxima elección rectoral.

Bernardo Congote. Exprofesor de planta de la Universidad Distrital.

Penas

Por estos días los colombianos estamos pasando sobre saltos emocionales, dado el proceder jurídico de las personas encargadas de administrar justicia. Se dice que esta cojea, pero llega, y llega pero sigue lisiada. Tal como viene siendo informada la opinión pública en las páginas de El Espectador, otro de los partícipes del Carrusel de la Contratación en Bogotá, el señor Miguel Nule, pide casa por cárcel, debido a su “grave estado de salud física y emocional”, y un juez de la República decide que sea trasladado a su hogar para así poder mitigar sus dolencias y este pobre timador pueda cumplir esa precaria condena impuesta meses atrás.

El otro caso de “no te lo puedo creer” es el de el señor Marco Antonio Gil, alias El Papero, del que no se conoce ningún mal que le aqueje, quien pagó solamente tres de los seis años a los que fue condenado, pena esta que cumplió en su casa.

Hoy, cientos de reos se encuentran purgando penas en proceso de esclarecer su situación judicial y procesal en muchas cárceles del país o en un hacinamiento impresionante, expuestos y padeciendo enfermedades infecto contagiosas sin que se les resuelva ni su situación jurídica ni de salubridad.

Rarezas medianamente sospechosas y que crean mucha suspicacia, para no utilizar otro término, y que son el pan nuestro de cada día de la justicia colombiana, que una vez más nos deja atónitos y con la boca abierta. ¿No hay quien ponga un tatequieto ante todas estas absurdas e insustanciales decisiones tomadas por los honorables jueces de la República?

Virgilio Duque Salazar. Bogotá.

 

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