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Referendos de paz

Marcos Peckel
20 de julio de 2016 - 03:00 a. m.

No hay proceso de paz que no divida a las sociedades, que no genere profundas fracturas, al estar estos construidos sobre la base de concesiones de todo tipo (territoriales, políticas, jurídicas, económicas), con las que no todos los sectores sociales concuerdan, ya sea por razones ideológicas o porque afecta sus propios intereses.

El propósito último de un referendo es dotar a un proceso de paz del oxígeno político necesario para poder avanzar en su implementación. La legitimidad que confiere una mayoría en las urnas. Históricamente referendos han ido convocados para aprobar el comienzo o continuación de una negociación de paz o para ratificar lo ya acordado por las partes en conflicto, que no necesariamente representan a la sociedad en su conjunto.

El primer caso se dio en Suráfrica donde el presidente Frederik de Klerk asediado por la oposición blanca por las negociaciones que llevaba a cabo con Nelson Mandela, decidió jugársela con un referendo en el que sólo participó la población blanca y el amplio triunfo obtenido le permitió concluir exitosamente los acuerdos a la vez que la oposición quedaba sin piso.

En Irlanda del Norte los acuerdos de Viernes Santo fueron aprobados en plebiscito convocado una vez concluidos y firmados por las partes, los unionistas protestantes y los republicanos católicos. La unificación de Chipre entre turcos y griegos fue sometida a referendo y derrotada en las urnas por los chipriotas griegos quienes acusaron a su gestor Kofi Annan de negociar secretamente sin el concurso de la sociedad.

En Guatemala tras la firma de los acuerdos de paz entre gobierno y guerrilla la reforma constitucional negociada fue sometida al elector y derrotada no sólo por el resultado negativo sino por la paupérrima participación, pues pocos hicieron campaña para su ratificación.

Existen casos de acuerdos de paz que no han sido sometidos a referendos lo cual no implica que hayan fracasado. Los acuerdos de Dayton que pusieron fin a la guerra de Bosnia fueron impuestos por la comunidad internacional, léase la OTAN, pues un referendo no habría sino ahondado las insalvables diferencias entre los serbios y los musulmanes bosnios.

Acudir al electorado implica serios riesgos, siendo el principal quizás, el hecho que contrario a elecciones regulares en las que los partidos se movilizan con todo motivados por las prebendas del poder, esto no ocurre en referendos donde el asunto a ser ratificado queda “huérfano” tal como ocurrió en el reciente sobre el “Brexit” donde los proponentes de seguir en la Unión Europea no hicieron campaña con el ahínco, coordinación y liderazgo requeridos y fueron derrotados por el vociferante y populista discurso de la oposición, quedando la sociedad británica además profundamente dividida tras el resultado.

El plebiscito sobre los acuerdos de paz con las FARC, bandera del presidente Santos y aprobado por la Corte Constitucional nos transporta a aguas desconocidas sin garantía de llegar a buen puerto.

 

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