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Traicionar a Dios

Beatriz Vanegas Athías
27 de septiembre de 2016 - 02:55 a. m.

Una de las características que definen las conductas de la mayoría de los habitantes de los municipios del departamento de Sucre es su profundo arraigo cristiano.

Es un departamento –como la mayoría de los que integran el Caribe colombiano- profundamente católico. Allí nada ocurre si no está determinado por la voluntad del Dios judeocristiano. Esto es una bondad porque ofrece alivio y conformidad ante el embate del dolor. Pero en la mayoría de los casos, es una desgracia, porque las penas ocasionadas por la intervención humana –léase infamias de gobernantes y administradores- son asimiladas como fatalidades divinas. Entonces sobreviene la resignación cristiana para beneplácito de esa clase corrupta que hace más daño que la guerra misma.

Es inconcebible en los imaginarios sucreños decisiones de vida como la eutanasia y el suicidio, por ejemplo. Pero he aquí que la realidad se rebela ante las creencias   judeocristiana vividas fanáticamente. Así,  de acuerdo con el Observatorio del Delito en el Caribe Colombiano, en 2016 se han registrado 118 suicidios en la región Caribe. El informe muestra que en Sucre han ocurrido 21 este año. Los adultos mayores son el 28,6 por ciento de seres que deciden irse del mundo por voluntad propia.

Pero hay más, y la misma fuente establece que en Sucre sucedió el 32% del total de suicidios de la población adulta mayor de toda la región Caribe y los municipios más afectados son Sincelejo con el 38% de los casos y Sincé y Toluviejo con el 10%.

Tan solo la semana pasada en el barrio La Gran Colombia, al sur de Sincelejo, que a pesar de su pomposo nombre recoge una inmensa cantidad de habitantes que sobreviven, según ellos mismos, porque Dios sí es grande, Doralina Martínez, de 70 años, abandonada por su hijos, vendedora de comida en el mercado, decidió colgarse de una cuerda porque ya no encontraba razones para seguir en el mundo. Según “El Propio”,  diario sincelejano, un “ángel”, es decir, un vecino, impidió que cometiera semejante acto.

La Gran Colombia es un conglomerado de barrios que reúne delincuentes y familias cuyo único proyecto de vida es asegurar que al día siguiente haya para la liga, como llaman en el Caribe al plato de comida. Los servicios de luz, agua y alcantarillado son inhumanos. Sin embargo, los empleados de la ineficiente empresa de luz, Electricaribe, llegaron hasta la casa que habita Doralina a entregarle un recibo costosísimo. Entienda el amable lector, por costosísimo, la suma de 250.000 pesos que la anciana, claro, no puede pagar y por tanto sus servicios fueron suspendidos.

32 de cada 100 habitantes de Sucre se han suicidado este año y seguimos contando. Los adultos mayores integran el 28.6%. Ellos, los pobres que se aferran con uñas y dientes a ese ser superior llamado Dios, se han visto en la disyuntiva de  desobedecer su credo pues, aunque que no lo digan en voz alta, su indigna calidad de vida no es obra de la fatalidad  o de un Dios inhumano y castigador, es obra de la infamia humana, de la desidia y desamparo de los humanos gobernantes 

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