Otra vez, la mujer del César

Antieditorial
24 de septiembre de 2018 - 05:00 a. m.

Por G. Muñoz

Por siglos, ciertamente por milenios ya, ha sido conocida, repetida y aprendida esta máxima. Imperecedera, señala aspectos indeseados en la vida de las instituciones y la sociedad.

Y como todo en la vida, ¡en 2018!, llegó el debate al Senado sobre la legalidad de las acciones del ciudadano Alberto Carrasquilla, en su condición de ministro bajo la presidencia del hoy senador Uribe, por allá en el año 2007 y anteriores. Como puede suceder en ese escenario de debate, confrontación y controversia, la discusión se desvió y tomó una polaridad que inauditamente no se focalizó en la legalidad o no de las acciones bajo la lupa. Defensa a ultranza de las bancadas de gobierno, sin querer ver actos que siguen siendo no muy claros para un servidor público.

Los argumentos de los airados defensores, en lugar de desmentir y demoler una a una las supuestas irregularidades bajo escrutinio, listaron títulos profesionales y cargos desempeñados por este ciudadano. Si efectivamente la nación no debe privarse de esta inteligencia (como una abnegada cabildante se atrevió a sugerir), lo que esperamos los ciudadanos es que, con base en tal currículo, las ejecutorias sean intachables, que por su alcance y provecho para la sociedad resistan, desde donde este proceda, todo análisis. Recordar que este ciudadano es cuestionado por sus acciones como emprendedor, debido a la información de primerísimo nivel sobre hacia dónde fluiría el dinero captado, información que adquirió y estructuró como servidor público. Construyó el entramado necesario para hacer de este servicio público un buen negocio para sí.

Tampoco puede ser propósito de un debate impedir laborar en su oficio a quien ha trabajado en el servicio público, pero por decoro, aun, sobre los tiempos propios de las inhabilidades de ley, existen impedimentos que cualquier exfuncionario debería respetar. Afirmar que en la Ley 1176 del 2007, que cursó ocho debates, no tuvo el ciudadano Carrasquilla ninguna injerencia es irreal, pues en cuatro de los ocho necesarios participó en su trámite de aprobación. Igualmente, en la Ley 1151 del 2007 participó el ciudadano Carrasquilla plenamente. Adicionalmente, aducir que habían pasado meses desde la salida del ciudadano Carrasquilla hasta la conformación de sus empresas (offshore) es cuanto mínimo enredador, pues cualquier persona que ha trasegado los pasillos del Estado conoce perfectamente cuáles son los tiempos en los procesos estatales. Y sobre este aspecto está el impedimento que nunca desaparece de haber participado directamente en la estructuración del marco legal que posibilitó la operación financiera que tan negativos efectos causó.

Tampoco se explicó a la audiencia las razones por las cuales una empresa constituida en Colombia, bajo las leyes colombianas y cumpliendo las regulaciones tributarias, no servía para los propósitos del entramado constitutivo de la operación bajo escrutinio. Entonces, ¿cómo puede ser que un ministro de Hacienda, jefe del director de la DIAN, tenga autoridad para cazar evasores con empresas y operaciones offshore?

Es cierto, los motivos de la citación no son nuevos, ni traen mayor contenido novedoso (lo esencial ya se conocía), pero vuelve a ser noticia y regresa a la palestra pública, pues tal como el ciudadano Carrasquilla ya lo ha realizado, el servicio público será trampolín para desarrollar nuevos emprendimientos. Observar que en su defensa ya envió un mensaje de búsqueda laboral, comentando que le sería “un honor” vincularse o aportar sus servicios a uno de los grupos económicos del país.

Presidente, queremos creer en su buena fe y comprendemos las dificultades de navegar en mares tan complejos y con tantos tiburones en medio de su espacio, inclusive en su bañera privada, mas hay jóvenes, y no tan jóvenes, especialistas y que pueden hacer igual o hasta mejor gestión que este ciudadano. No se desgaste Ud. y, por favor, entregue una señal concreta al pueblo colombiano de que reconoce en este ciudadano, como debe ser, un creativo negociante para sus propios beneficios, y al tiempo un castigador del pueblo.

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