Otra victoria de las redes

Luis Carlos Vélez
02 de octubre de 2017 - 02:00 a. m.

Las imágenes muestran a la policía ingresando violentamente a los centros de votación en Barcelona, gente corriendo del asedio de grupos antimotines y los reportes en línea hablan de por lo menos 60 heridos. Un joven agitado grita frente a cámara : “no respetan nuestras costumbres, no gustan de nosotros y solo se quedan con nuestros impuestos”. De otro lado, en el diario El País de España, un titular: “Las redes prorrusas aumentan un 2.000 % su actividad a favor del referéndum en Cataluña”. Los medios ultranacionalistas que apoyan a Trump en EE.UU. se unen al esfuerzo para dividir a la Unión Europea.

Las imágenes muestran a la policía ingresando violentamente a los centros de votación en Barcelona, gente corriendo del asedio de grupos antimotines y los reportes en línea hablan de por lo menos 60 heridos. Un joven agitado grita frente a cámara : “no respetan nuestras costumbres, no gustan de nosotros y solo se quedan con nuestros impuestos”. De otro lado, en el diario El País de España, un titular: “Las redes prorrusas aumentan un 2.000 % su actividad a favor del referéndum en Cataluña”. Los medios ultranacionalistas que apoyan a Trump en EE.UU. se unen al esfuerzo para dividir a la Unión Europea.

Así el referendo sea considerado ilegal, el daño está hecho. La gente está berraca, para usar un término familiar en Colombia, y seguramente habrá un tercer y cuarto capítulo más severo en esta intentona independentista. La bola de nieve crece y vendrá la avalancha.

Es otra victoria de la irracionalidad viral. Las redes funcionan como gasolina de avión en el huracán de la política y los movimientos sociales. Es más fácil vender indignación que razón. En el caso de la independencia de Cataluña, es más sencillo afirmar en 140 caracteres que se trata de la búsqueda de un derecho, de una pelea por el orgullo y el derecho a elegir, que analizar las cifras económicas y las consecuencias reales. Veamos.

La relación entre Cataluña y España es mutuamente beneficiosa. Una división significaría un duro golpe para ambas partes, pero especialmente para la economía catalana. Cada año llegan a esa zona más de 18 millones de turistas, en su mayoría comunitarios que aprovechan la libertad de la Unión Europea. El 60 % de la inversión extranjera que recibe llega de países de la Unión, mientras que la misma proporción de sus exportaciones llegan a ese destino. Mientras Cataluña representa el 18 % del PIB de España, la región recibe el 25 % de las asignaciones nacionales. Es una simbiosis histórica, necesaria y racional.

Romper España no es un tema menor. La financiera ING considera que un “catalexit” sería incluso peor que el brexit, ya que la región automáticamente quedaría excluida de la Unión Europea y un anexo tomaría más de diez años en una organización de la que España también es miembro. Sería otra victoria del ultra nacionalismo que borra los evidentes avances de la globalización, tolerancia y respeto comunitario. Un paso hacia delante de los que quieren todo para ellos y nada para compartir. La negación de que cooperar es más efectivo que traicionar.

En las redes no hay Dios ni ley, no hay orden ni control, no existe manera de diferenciar lo real de lo irreal y los azuzadores electrónicos están haciendo su agosto enfureciendo a la gente y ganando elecciones. En Colombia ya hemos visto los efectos y las elecciones que vienen serán susceptibles de lo mismo. Ganarán aquellos que apelen a la indignación, así no tengan plan, estén untados, o representen todo lo contrario a lo que pregonan.

Emberracar a la gente es efectivo, pero también es irresponsable. Los políticos entienden que el corazón habla más duro que la razón y las redes sociales están conectadas directamente al estómago y por ende al intestino grueso. Por eso le pido piense antes de postear y de retuitear. No se deje utilizar. No se emberraque. Piense.

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