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Para pensar...

Hernán Peláez Restrepo
09 de mayo de 2009 - 04:14 a. m.

No hace mucho Eduardo Pimentel, y sus razones tendría, solicitaba públicamente la presencia de árbitros extranjeros para la etapa definitiva del actual campeonato en Colombia. Sin embargo, después de ver lo ocurrido en la semana, tanto en Champions como en la Copa Libertadores, su petición queda sin piso, a no ser que él consiga en algún lugar silbatos infalibles, serios, sin contaminaciones ambientales, etc.

Porque el noruego que ignoró tres penas máximas incidió, y de qué forma, en la eliminación del Chelsea, sin culpa por supuesto del Barcelona. Con todos los euros en juego, el juez ni por enterado se dio y ya sabemos cómo quedó la historia del partido.

Es más, pudimos comprobar aquello de la flema inglesa, pues no hubo ni actos violentos por parte de los hinchas ni invasión de campo, y todo concluyó en protestas airadas de los jugadores del club inglés y hasta declaración fuerte de su técnico. Seguramente el escandinavo dejará de pitar y la final de la Liga de Campeones se jugará en Roma y punto.

El jueves, en La Plata, el árbitro brasileño Carlos Simon, quien ya había sido suspendido por largo tiempo en el mismo Brasil, otorgó un penalti inexistente a favor de Estudiantes. Para su conciencia, la decisión la tomó a instancias de un asistente, pero la tomó y de paso tuvo que expulsar a Miguel Samudio, quien como nunca antes lloró por vergüenza profesional que aún existe en ciertos jugadores, ya que hay otros y en Colombia se ve, a quienes les importa poco dejar a su equipo diezmado y son capaces de cranear una expulsión, para pagar la sanción en otra competencia, caso Copa Colombia Postobón y así seguir jugando en la Mustang.

Volviendo al cuento, los árbitros cada día y en todas partes están pidiendo a gritos más ayudas para su trabajo. O auxilios tecnológicos o más asistentes para minimizar al máximo las equivocaciones. Por eso Pimentel debe estar confeccionado una lista de extraterrestres para dirigir.

Hablando ya del fútbol como tal, no puede jugarse un partido en una piscina como lo hicieron obligadamente Caracas y Cuenca por la Libertadores, para cumplir así con un compromiso televisivo. Menos mal vi la demostración de fútbol genuino de dos equipos brasileños. El Gremio, que ya tenía una excelente hoja de presentación desde la fase de grupos, y Cruzeiro, que ganó con lujo, buen trato de balón y volumen de ataque a la U. de Chile en Santiago. Los brasileños tienen todos los fundamentos para parar el balón, bajarlo a tierra, tocar de primera y, por encima de todo, se nota su alegría para jugar. Es recomendable seguirles la pista en la Copa.

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