Plan Nacional de Desarrollo 2018-2022: algunas inquietudes económicas

César Ferrari
20 de marzo de 2019 - 05:00 a. m.

Un plan nacional de desarrollo es un documento que se plantea como guía de la gestión estatal con la finalidad de lograr las metas del Gobierno para un periodo determinado. Usualmente se diseña bajo diversos escenarios, unos más y otros menos favorables de tal manera que ante unos y otros se planteen políticas que compensen insuficiencias, superen deficiencias y refuercen oportunidades.

El documento “Bases del Plan 2018-2022”, presentado hace pocas semanas al Congreso colombiano, plantea como meta de crecimiento en el periodo de gobierno, en el mejor escenario, una tasa promedio anual de 4,1%, superior a una tasa promedio de 3.3% en el escenario base tomado de las proyecciones para Colombia del Fondo Monetario Internacional de abril de 2018. Las tasas anuales de crecimiento serían en ese mejor escenario: 3,6% en 2019, 4% en 2020, 4,2% en 2021 y 4,5% en 2022.

Los cinco escenarios planteados, que podrían considerarse progresivamente optimistas a partir del escenario base y van incorporando mejoras de productividad que, a su vez, se traducirían en incrementos en la tasa de crecimiento, incluyen: aumentos en los precios petroleros mundiales, de una base de 70 dólares barril (65 en 2019) a una situación más favorable de 75 dólares por barril; mejoras regulatorias que se traducirían en menores trámites; “apuesta” por la agroindustria; mejora productiva en la economía naranja (artes, actividades culturales, turismo, tecnologías de la información), y mayor gasto en la educación.

La primera inquietud tiene que ver con dichas supuestas mejoras en productividad y con incrementos en la capacidad de producción para lograr tasas más elevadas de crecimiento con cada escenario. Aumentos en la productividad, es decir, producir más con menos recursos, implican mejoras en tecnología o en los procedimientos productivos y ambas suponen mayor inversión. Aumentos en la capacidad de producción, es decir, más máquinas para producir, implican también mayor inversión. El plan plantea que la tasa de inversión respecto al PIB aumentaría de 22,3% en el escenario base a 26% en el mejor escenario.

Cabría preguntarse ¿por qué aumentaría la tasa de inversión? Solo podría ocurrir si el monto de inversión crece más rápidamente que el monto del PIB. Tal no se muestra en todos los escenarios. Lo que sí se aprecia es que, en el mejor escenario, la tasa de crecimiento promedio anual proyectada de la inversión es 5,7% mientras que la tasa de crecimiento del PIB, como indicado, sería 4,1%.

Pero ¿por qué se daría esa situación en ese mejor escenario? Significaría que el consumo debería crecer menos que el PIB. Pero la tasa de crecimiento promedio anual proyectada del consumo es también 4,1%. Lo cual implica que ese crecimiento se traduciría en un crecimiento de las importaciones superior al de las exportaciones y, por lo tanto, en mayor financiamiento externo. En efecto, las importaciones se proyectan creciendo 3,5% y las exportaciones 3,4%.

Pero si las importaciones crecen más que las exportaciones, quiere decir que los sectores transables (los que exportan y compiten con importaciones) perderían competitividad y, por lo tanto, rentabilidad. Y que los sectores que más crecerían serían los no transables y que, por lo tanto, la inversión se orientaría hacia estos últimos sectores. En efecto, entre los sectores más significativos en la estructura del producto, las proyecciones más elevadas de las tasas de crecimiento promedio anual son para las actividades financieras (5,4%), comercio (5,2%), y construcción (4,9%); tasas mayores que las que lograrían los sectores transables: agropecuario (4,2%), explotación de minas y canteras (3,7%) y manufacturas (4,7%).

Mejor dicho, todo pareciera descansar en unos buenos precios petroleros que se traducirían en mayores ingresos externos, que dinamizarían las actividades no transables y, así, generarían mayores ingresos internos, pero con mayor endeudamiento externo para financiar al sector privado: el crecimiento promedio anual del gasto público en el mejor escenario es de 3,3% mientras que el del consumo privado en el mismo escenario es de 4,3%.

¿Por qué no plantear escenarios más y menos optimistas y, así, más realistas? Como se señaló en una columna anterior, el Fondo Monetario Internacional proyecta para el 2019 un precio promedio de 48,9 dólares barril para el petróleo WTI, el relevante para Colombia; para los siguientes años estima precios de 50,4 en 2020, 52 en 2021 y 53,4 en 20221. Esos precios son consecuentes con la desaceleración que el mismo Fondo Monetario proyecta recientemente para las principales economías mundiales: la economía estadounidense en 2019 reduciría su tasa de crecimiento a 2,5% y en 2020 a 1,8%; en la Zona Euro la tasa se reduciría a 1,6% en 2019 y a 1,7% en 2020; en China la tasa sería 6,2% en 2019 y 6,2% en 20202.

Y si el mundo acaba siendo menos favorable, ¿los resultados proyectados en el Plan serán también menos favorables? Amanecerá y veremos.

* Ph.D. Profesor titular, Pontificia Universidad Javeriana, Departamento de Economía.

 

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