Planificación urbana en Valledupar

Salomón Kalmanovitz
21 de octubre de 2019 - 05:00 a. m.

Jaime Bonet y Diana Ricciulli han elaborado una historia urbana de Valledupar, tomando como eje los planes de desarrollo que le dieron cuerpo a la bella ciudad. De ser un polvoriento pueblo de menos de 10.000 habitantes a principios del siglo XX, la ciudad hoy cuenta con 460.000 personas.

Al inicio, el pueblo estaba incomunicado de los polos dinámicos de Barranquilla y Cartagena. Su economía era pastoril y agraria, basada en una ganadería extensiva que poco recurría a cercar la propiedad, a causa de los rezagos coloniales: los resguardos de los indígenas y los ejidos para sacar agua, leña y pastorear ovejas de los vecinos, además de los baldíos que no eran reclamados, como formas de propiedad comunitaria o sin título. La propiedad privada, a su vez, estaba entrabada por el mayorazgo que la mantenía indivisa y le restaba flexibilidad para atender las demandas del mercado.

La ultracentralización conservadora de 1886 había dejado a municipios y departamentos sin poder elegir a sus mandatarios, expropiados de sus impuestos y sin poder decidir sus gastos, algo que se suavizó a favor de los primeros a partir de las reformas a la Constitución de 1910. Los municipios pudieron recurrir al impuesto predial y a las obras por valorización y hubo consultas a las fuerzas vivas en el nombramiento de sus mandatarios. Con la llegada de los liberales al poder en 1930 se dio un fortalecimiento del Estado e importantes obras públicas terminaron con el aislamiento de Valledupar.

La madre de Alfonso López Pumarejo era de origen vallenato y esta serendipia (hecho fortuito favorable) permitió la visita del presidente al lugar, quien tomó nota de sus necesidades y comenzó a solucionarlas desde el poder central. La ciudad se conectó entonces con el resto del país mediante carreteras y se colonizó el fértil sur de la región. Pedro Castro, otro valduparense, propietario de muchas tierras, fue nombrado por López gobernador del Magdalena grande, que incluía a La Guajira y al hoy departamento del Cesar; el presidente Ospina lo distinguió como ministro de Agricultura en 1948, siendo instrumental en fomentar el cultivo del algodón. Se dio entonces una bonanza que se extendió entre los años 50 y 70, y revolucionó a la región.

La violencia de los años 50 desplazó población del interior del país hacia la costa, lo que benefició a la región, pues se pudo ocupar en su expansión agrícola y ganadera. La ciudad pagaba altos impuestos prediales y hacía obras por valorización, pudiendo acogerlos y ofrecerles servicios públicos y vivienda adecuada. El oro blanco alcanzó más de 70.000 hectáreas sembradas y empleaba a 210.000 personas, para colapsar en los años 80.

Otra serendipia para la ciudad fue el interés del arquitecto cubano Manuel Carrerá por la ciudad. Era integrante de la escuela Ciudad Jardín y había planificado la modernización de La Habana. Carrerá bosquejó un plan de desarrollo de vías, parques, glorietas y de la abundante arborización que refresca la ciudad.

La ola de violencia de los años 90 fue más virulenta que la primera en la región. La ciudad tuvo que recibir a cientos de miles de desplazados, lo cual la tomó fuera de guardia, con sus instituciones capturadas por el paramilitarismo y la corrupción. Hoy Valledupar tiene enormes problemas y ostenta una de las tasas de desempleo más altas del país, pero tiene una tradición de planificación que la puede recuperar.

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