Policía malo, policía bueno

Salomón Kalmanovitz
12 de agosto de 2018 - 08:16 p. m.

La posesión de Duque fue precedida por la publicación de un memorial de agravios del Centro Democrático contra el legado de Juan Manuel Santos. Era un catálogo de mentiras, exageraciones y medias verdades que proyectaban una economía postrada y una sociedad destruida, contra todas las evidencias de la estadística y de las agencias internacionales (ONU, FMI). Entre otros, denunciaban un país inundado de coca, sin desarrollo social, la economía saturada de impuestos, la salud en cuidados intensivos, más corrupción y derroche y con mala imagen, como si nada hubiera cambiado desde la era Uribe. El discurso del presidente del Senado, Ernesto Macías, en la posesión de Duque fue venenoso, divisivo y polarizante, logrando desacreditar las palabras del presidente electo, que daban un débil mensaje sobre un supuesto pacto de unidad, que pretendía dejar atrás los odios y ofrecía “soluciones y no agresiones”.

Era la puesta en escena en Colombia de una estrategia desarrollada por Donald Trump contra la gran obra de Barack Obama, quien logró sacar a la economía global de una profunda recesión y avanzó importantes programas sociales, que hicieron la vida más grata para 30 millones de ciudadanos norteamericanos pobres. Trump lo negó todo con fake news y comenzó a destruir la herencia progresista; tras un año y medio de presidente, el impulsivo magnate sigue obsesionado con el espejo retrovisor, porque sabe que su calidad de liderazgo y de gobierno es inferior a la demostrada por Obama. Trump está empeñado en destruir sus logros, perseguir débiles inmigrantes y además acabar con la economía global. Los “triunfos” de Trump son las crisis económicas de Irán y Turquía, que están contagiando a la Unión Europea, y el debilitamiento de China, que también amenaza la suerte de las economías latinoamericanas y del África. En últimas, Trump puede hacer colapsar el crecimiento de los Estados Unidos que, se le olvida o ignora, es el centro de la economía global.

La diferencia entre Trump y el Centro Democrático es que acá se inventaron un presidente joven, moderno, con el ideal de hacer un gobierno tecnocrático, para lo cual nombró un gabinete de jóvenes, la mitad mujeres. Sin embargo, los puestos estratégicos —Hacienda, Defensa, Trabajo, Cancillería e Interior— quedaron en cabeza de la caverna derechista. La bancada del Centro Democrático le está midiendo el aceite al presidente, socavando su autoridad, quitándole apoyo a la consulta contra la corrupción, de la cual son sobresalientes ejecutores, o cuestionando que un viceministro de Vivienda haya participado en el crimen de redactar un manual contra el matoneo de los jóvenes de orientación sexual diversa. Los talleres “Construyendo Colombia” del nuevo presidente son un remedo de los “consejos comunales” de Uribe, pues carece de su carisma, pero buscan lo mismo: dar la apariencia de consultar al pueblo y solucionar sus problemas sin hacerlo.

Se revela el contraste entre el malo Macías y el bueno Duque. Me recordó las series de televisión policíacas en las cuales han tomado preso a un sospechoso quien primero es golpeado y torturado por un agente que logra debilitar su resistencia; después entra en acción otro policía que le dice que lo siente mucho, que el otro es un bruto que ni siquiera tiene bachillerato, pero que si colabora le promete su pronta libertad. Lo cierto es que ambos policías buscan lo mismo: quebrar al ciudadano.

 

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