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En la acostumbrada columna de los jueves en El Espectador, al profesor e investigador Klaus Ziegler, con insistente frecuencia, le preocupa la ausencia de alfabetismo científico de nuestras comunidades y aun de algunos dirigentes de reconocida importancia.
Denuncia, con claras precisiones, la inexactitud que asiste a muchos de quienes escriben o hacen referencia en sus discursos extensivos a todo un país al cual dirigen, sobre la creencia en mitos urbanos, falsas versiones de la realidad e incontables suposiciones que no se hallan sustentadas en el método que ofrece la academia y el trabajo científico.
Tal apreciación crítica no se deslinda demasiado de otro aspecto, que también presenta vacíos en la preparación de muchos dirigentes políticos y gobernantes: el conocimiento y aprecio por el arte y la cultura. Es verdad que no es indispensable ser versado en los grandes temas de los cuales se ocupa la estética, con sus variables: pintura, literatura, cine, música, teatro, etc., pero sí se hace necesario que quienes gobiernan y dirigen comunidades requieran en su formación unas aceptables condiciones de cultura que les permitan comprender y valorar las manifestaciones del arte, la ciencia y la cultura. En muchos casos, y no sólo acá en la provincia, se escuchan las opiniones y conceptos de reconocidos dirigentes en cuyos pronunciamientos públicos se detecta un escaso nivel de profundidad en las materias antes aludidas. Además, y como agravante de los mismos hechos, una pobreza idiomática y sintáctica que delata un notorio desconocimiento de la lengua castellana y sus virtudes comunicativas.
¿Problemas de aprendizaje? ¿Voluntad para capacitarse en la forma conveniente que exige el liderazgo y la dirigencia? Muchos aspectos podrían detectarse. Por ello, atenidos a la modesta cultura que nos asiste, debemos mirar con atención, en esta época decisoria de la vida nacional, que las ideas y argumentos que exponen los candidatos estén sustentados, no sólo por trajinados conceptos de dominio y de fuerza, sino por luces propiciatorias que conduzcan a un desarrollo integral de la sociedad colombiana. La inteligencia de los colombianos no es reducida ni pobre; pobres y reducidos han sido, por muchísimos años, los enfoques, las alternativas, las orientaciones que nuestros sistemas políticos han construido como fundamento de los procesos formativos de la nacionalidad colombiana. Algunos historiadores e investigadores han precisado las fallas visibles en los sistemas que excluyen e imposibilitan una formación integral de los individuos.
Yezid Morales Ramírez. Neiva.
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