Políticamente incorrecto

Luis Carlos Vélez
30 de diciembre de 2019 - 05:00 a. m.

Ser de izquierda o centroizquierda es la nueva definición de lo que es políticamente correcto en Colombia. El discurso de la mayoría de los medios y los denominados líderes de opinión ha redefinido lo aceptable y lo ha puesto en términos que favorecen claramente ese espacio del espectro político. Lo demás ha sido demonizado y ha recibido el remoquete simplista y equivocado de “uribismo”. Grave error.

Las elecciones locales ayudaron a apuntalar este fenómeno. La oposición, claramente ganadora en esos comicios, también tiene la voz cantante en las redes sociales. El megáfono del discurso en contra del Gobierno, que es lo que le corresponde, es el que reina en Twitter o en Facebook. Por eso, voz que se distancie de ese coro es inmediatamente apabullada por la mayoría actual.

Este escenario crea una ilusión equivocada de lo que es la verdad, eleva a nivel de dogma lo que es simplemente otra visión económica y social de las cosas, y estigmatiza a quienes desean mantener una sana mirada escéptica de la coyuntura nacional.

Por ejemplo, En Colombia, hoy por hoy, hablar de economía abierta, propiedad privada y empresariado es una afrenta; por el contrario, denigrar de los emprendedores y acusar al Estado de opresor es actuar de manera digna. Desde lo social ocurre lo mismo. Lo aceptable es estar a favor de las marchas sin cuestionar nada de ellas. No importa si hay desmanes, violencia o una agenda exagerada por parte de los autodenominados negociadores. Colectivamente, los privilegiados de la opinión pública, esto es, los cantantes, periodistas y deportistas, aplauden lo que dice la mayoría, como si estuvieran haciendo un acto de contrición colectiva por sus casas de verano en Anapoima o apartamentos de lujo en Cartagena o Miami. Paradójico.

¿Se apoderó de Colombia la retórica de las ONG? Pareciera que sí. Lo grave es que desde los medios patrocinemos las posturas políticas de estas organizaciones sin reconocer que las tienen. Eso también es tomar partido.

Para que quede claro, salirse de este redil no es ser uribista o uribestia, como suelen decir en la calle o en los basureros virtuales, es simplemente no ser de izquierda o, para que se deliquen menos, de la ahora “cool” centroizquierda.

Este neounanimismo, producto en gran parte de las divisiones políticas generadas por el proceso de paz, crea el riesgo de endiosar una manera de ver las cosas y, lo que es peor, de convertir en pequeños reyes a sus interlocutores, ahora alcaldes, gobernadores y poderosos legisladores.

Bajar la mirada por la conveniencia de lo aceptable para la mayoría de la sociedad simplemente empodera a una parte del espectro. Y eso, por lo general, termina en abusos, algo que ya sabemos que en Colombia también se aplica en las derechas.

Por todo esto, para este año que comienza será determinante mantener una visión crítica con todos los puntos de vista. Y, para tal fin, reconocer que son eso, puntos de vista, es el primer paso para no terminar como borregos diciendo sí a todo lo que soterradamente algunos nos quieren imponer.

Una vez más: Ser crítico de la izquierda no es ser uribista, como tampoco ser crítico de la derecha es ser guerrillero. La mayoría silenciosa de Colombia, esa que vive su día a día trabajando, construyendo bajo el sol y la lluvia un futuro mejor, no está en ninguno de esos malditos extremos en los que los políticos, que poco saben de ganarse el pan con esfuerzo y verdad, nos quieren encasillar. Lo que corresponde en las democracias es ser políticamente incorrectos. No nos dejemos callar.

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