¿Por qué Colombia no exporta más?

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Salomón Kalmanovitz
07 de octubre de 2019 - 05:00 a. m.
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A pesar de una tasa de cambio devaluada desde 2015 y hoy cerca de los $3.500 por dólar, las exportaciones no tradicionales de Colombia no repuntan. Las excusas son que la guerra comercial de Trump o que se ha deteriorado el crecimiento de nuestros socios comerciales. La guerra del magnate contra China teóricamente debiera favorecernos con un aumento de la demanda por soya, maíz y sorgo que sustituya la oferta norteamericana, algo que están aprovechando Brasil y Argentina, pero no Colombia. La crisis global se está incubando mientras que la economía norteamericana sigue robusta, beneficiando a México, pero nada a Colombia.

Las causas del estancamiento exportador del país son entonces propias y estructurales. Una que siempre ha existido es el alto costo país: los bajos impuestos y la abundante corrupción han impedido construir la infraestructura de transporte y otros bienes públicos (Ica, Invima, Incora, educación de calidad, puertos como Buenaventura), aunadas a la inseguridad jurídica y tributaria, que lubriquen el desarrollo en general y las exportaciones distintas al petróleo y al carbón.

Más importante quizás es la mala política macroeconómica que desde hace 30 años no ha contrarrestado la llamada “maldición de los recursos naturales” o enfermedad holandesa. Me explico: estar sometido a las rentas de las materias primas que exportamos da lugar a fases de revaluación de la moneda que socavan la producción de bienes transables que son aquellos que se exportan o compiten con las importaciones, mientras que las fases de precios bajos causan devaluaciones violentas que nos empobrecen y no alcanzan a recomponer los sectores destruidos o debilitados.

La evidencia más sólida de este fenómeno es la desindustrialización del país y el estancamiento de su agricultura. Si en 1975 la industria ocupaba casi una cuarta parte del producto nacional, hoy en día llega al 12 %. Las importaciones industriales pasaron de ocupar un 20 % de los consumos nacionales en 1990 a 40 % en 2015. Las importaciones de alimentos abarcan hoy casi el 30 % de los consumos, incluyendo el maíz, pero hace 30 años no alcanzaban al 10 %.

¿Por qué ha sido mala la política macroeconómica? La única forma de contrarrestar la enfermedad holandesa es que el gobierno aumente su ahorro, debilitando así la demanda por importaciones, y al mismo tiempo reduzca su deuda externa. Sin embargo, llevamos treinta años de déficits fiscales persistentes y un aumento de la deuda externa que ha agravado la revaluación del peso.

Hay dos países que lo hicieron mejor: Perú y Chile durante sus bonanzas mineras redujeron sus deudas externas y frenaron la revaluación de sus monedas. Tanto Uribe como Santos, por el contrario, aumentaron la deuda externa, de US$20,000 millones en 2003 a US$47,000 millones en 2017. En pleno auge, la voracidad de la clase política colombiana no tuvo frenos: no solo se gastaron las bonanzas, sino que dejaron endeudadas a esta generación y las futuras, lo que llevó a profundas revaluaciones y a posteriores devaluaciones.

Esa falta sistemática de ahorro se manifiesta en el déficit externo o en cuenta corriente que alcanza hoy el 4,5 % del PIB, el más alto del continente. El gobierno Duque-Uribe insistió en reducir impuestos para sustituirlos por endeudamiento externo que es irresponsable, exactamente lo contrario a lo que necesita la sanidad económica del país. Por todas estas razones exportamos poco y mal por siempre.

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