Itinerario

Presencias ausentes

Diana Castro Benetti
08 de julio de 2017 - 02:00 a. m.

Los fantasmas de carne y hueso existen. Son esas parejas, padres o amigos que, como espectros, se aíslan del instante. En la oficina es el que no habla; en la casa es el que se encierra; en la cama es el que se da la vuelta. Presentes en cuerpo pero muy ausentes de alma, viven en el pasado y añoran a quien ya no está; viven en el futuro y desean lo que aún no tienen; viven de ensoñaciones en la casa vecina con la infidelidad de turno y se esconden tras un deseo. Están sin estar. Seres que no son de aquí. Tampoco de allá.

Estas presencias ausentes, van haciendo huecos. Están en los catres, en reuniones familiares, invaden la amistad y los corredores. Son los amantes que se visten y se desvisten sin preámbulos y con demasiado apuro, o son los hijos autómatas inmersos en espacios aparentes donde no hay lo que se busca. La presencia ausente es dolor porque es apatía y fastidio. Es el tedio y es violenta por tanta distancia inconsciente. Manipula con su indiferencia. Es un fantasma que, estando sin estar, apuñala y mata.

Y es que quienes son como bulticos de cuerpos por ahí presentes, no se percatan del latido del otro, no saben que cada respiración marca la vida, que cada acción construye camino y desata la estrella o la fatalidad. Quienes están, aunque ausentes, no saben de suspiros, se olvidan del calor que fue pasión o de la delicadeza que fue amor. Son miles los que hacen del lenguaje un remiendo, y del silencio, el desprecio. No intuyen siquiera que hay actitudes que forman sociedad, esa sociedad autista que calla, que pasa de agache y se hincha de mudez. Una sociedad que, ciega, sorda y muda, se aísla para no ver y justificar su apatía. Los que están presentes pero ausentes no ven a los que duermen en las calles, a los dementes, a los locos, a los vulnerables. De prejuicios está llena la distancia.

Hay una especie de mutismo y de encierro voluntario que margina, que excluye y que no permite la entrega, la palabra, la sonrisa, la validación, la escucha. Sufrimiento innecesario porque estar encarnados es ser en el presente, todo el presente, el que nos aparece, el que nos sucede, al que nos abrimos para sentir, conocer y crear. Es en el presente donde hay empatía y arte o donde amar se puede porque es estar atentos al propio latir y a la voz de otro. Es en el presente donde nos sucede la suerte, la belleza, la fuerza, la convicción. En el presente nace el destino. Ser el aquí es saberse vivo, sin evadir, negar o invalidar. Ser en el aquí es estar atento y dispuesto a dejar ir. Es ser ligero, flexible y una aventura. Ser aquí es ser parte y crear el todo. Somos esto que somos aquí.

 

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