Provincianos

Marc Hofstetter
13 de octubre de 2018 - 04:30 p. m.

Según Naciones Unidas, en 2017 había 119 países con más de cinco millones de habitantes. Si uno ordena esos países de mayor a menor en función de la cantidad de migrantes viviendo en el país como porcentaje de su población total, encuentra que Colombia ocupa el puesto 108. ¡Solo hay 11 países con un menor porcentaje de población extranjera!

En nuestro país, según estas estadísticas, los extranjeros no llegaban en 2017 al 0,3% de la población. Ese porcentaje es 100 veces menor que el suizo, el país más competitivo del mundo, 75 veces menor a la cifra canadiense, 50 veces más pequeño que el alemán, 25 que el surafricano. Si miramos nuestra región, el dato es 17 veces menor al argentino y en toda América Latina y el Caribe solo en Cuba hay una población migrante relativa a la local menor que en Colombia. Colombia, bajo esta métrica y comparado con cualquier región del mundo, es un país extremadamente cerrado, provinciano en el sentido despectivo de la palabra.

Sin duda, el medio siglo de conflicto y la mala prensa asociada al narcotráfico son parte de la razón por la que pocos se han aventurado a instalarse por estos lados. Pero no es la única: nuestro Estado ha tenido una aproximación antipática hacia los migrantes, con una política llena de requisitos absurdos, papeleos eternos, trabas burocráticas y pagos onerosos.

Esa aproximación, que interpreta la presencia del migrante como una carga y no como una oportunidad, parece estar permeando la estrategia para lidiar con el éxodo venezolano. Por ejemplo, cuando a nuestro canciller lo interrogan sobre el tema venezolano, suele resaltar dos elementos: los costos que representarían esos migrantes, que sitúa entre 10 y 26 billones de pesos, y las razones humanitarias para recibirlos (claro está, ¡temporalmente!).

Pero es la aproximación misma al fenómeno la que lo vuelve costoso: si lo que vemos son miles de desvalidos a los que debemos alimentar, curar, hospedar, educar y vestir, la cuenta es impagable. Pero si Colombia se da a la tarea de tener un esquema que permita a los extranjeros, no solo a los venezolanos, una ruta clara y simple para establecerse en Colombia y trabajar, perseguir sus sueños, no tendrá una carga en esos hogares sino un motor de crecimiento, de ideas, de riqueza cultural, de aportes a los sistemas de seguridad social, de recaudo, de emprendimiento, de innovación, de redes con sus países de origen, de consumo e inversión, de comercio local e internacional, de turismo y un largo etcétera. Los migrantes solo son una carga si les cortamos las alas con talanqueras burocráticas que impidan su inserción en la vida económica y social del país.

Ojalá la desgracia venezolana la aprovechemos para repensarnos en este aspecto y, como las economías más competitivas del mundo, tengamos una estrategia nacional permanente de atracción de migrantes que a la vuelta de unos años nos permita dejar de encabezar los rankings mundiales de provincianismo.

@mahofste

 

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