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Punto de partida

Gonzalo Silva Rivas
01 de julio de 2015 - 04:42 a. m.

De moda se puso el nuevo World Trade Center de Nueva York tras la reciente inauguración de su mirador con vista panorámica de 360 grados desde donde se disfruta -a 380 metros de altura- de la esplendorosa vista de la Gran Manzana.

El observatorio, ubicado en el piso 102, es hoy la mayor atracción turística de los neoyorquinos y promete ser una agitada y lucrativa caja registradora para la Autoridad del Puerto de Nueva York y Nueva Jersey, propietaria de la vanguardista torre principal y del imponente conjunto arquitectónico compuesto por siete edificios.

Luego de la apertura al público, el pasado 29 de mayo, cerca de 300 mil personas han coronado sus alturas para colocar bajo sus pies los encantos de una de las ciudades más grandes, bellas e impresionantes del mundo. El auge taquillero registrado durante su primer mes de servicio –con tarifas de arranque de US$32 dólares para adultos y US$26 para niños- coincide con la proyección estimada de recibir tres millones y medio de visitantes al año. Y será gracias al turismo que se podrán sumar recursos -junto a los millonarios alquileres que deberán cancelar sus encopetados inquilinos- para empezar a recoger la cuantiosa inversión que generó la construcción del más caro rascacielos del mundo, cercana a los US$ 3.800 millones.

La travesía hacia el piso de observación, compuesto de tres lujosos niveles, resulta una fantasía y una experiencia inolvidables. En el lobby, un lector óptico saluda a cada turista en su idioma y un gigantesco mapa ilumina su país de procedencia. Luego siete ascensores -los más rápidos de occidente-, a una velocidad cercana a los 23 kilómetros por hora, lo elevan a 1.250 pies, durante un fantástico trayecto de 47 segundos. Cinco gigantes pantallas de alta tecnología, una de ellas envolviendo el techo, le recrean el ascenso con una rápida sucesión de paisajes del downtown neoyorquino. A vuelo de pájaro, van apareciendo verdes colinas y praderas que dan paso a la habitual parafernalia del Bajo Manhattan para rematar en la maraña de los opulentos rascacielos.

Ya instalado en la planta 102, antes de regalarle al visitante la fastuosa vista de la ciudad, un video de dos minutos lo conecta con imágenes panorámicas del día a día local y de sus emblemáticos barrios. Al final, como colofón del sugestivo paseo virtual, se hace la luz e irrumpen de súbito los grandes ventanales que dominan desde las alturas sus cuatro costados. A partir de entonces el turista queda atrapado dentro de la magia inconfundible de la impresionante Capital del Mundo que se postra bajo las incrédulas y perplejas miradas.

Dentro de un perímetro de 80 kilómetros desfilan las múltiples maravillas de la moderna torre de Babel, la única ciudad del mundo en la que se hablan 170 idiomas: Manhattan con su Empire State Building, su Times Square, la sede de la ONU, el edificio Chrysler y el Central Park; Nueva Jersey y el distrito de Queens; la Estatua de la Libertad; las islas de Ellis, Roosevelt y Governors; el río Hudson, los puentes de Brooklyn, Williamsburg, Verrazano y Queensboro; los flemáticos barcos que se dirigen a Staten Island y los raudos aviones que surcan el espacio compartiendo el cielo. Se avizoran en el horizonte, majestuosas, todas las postales que simbolizan la verdadera dimensión de una metrópoli que ha sido construida para quitarles la respiración a los turistas.

El Observatorio es un multiplicador de ingresos gracias a sus tres encantadores restaurantes, su tienda de souvenirs y las variadas actividades interactivas que -a punta de dólares extras- le permiten al visitante echarle más sazón a su experiencia de viaje. Desde conectarse en directo con puntos de referencia de Nueva York hasta contemplar en tiempo y tamaño reales el apabullante movimiento callejero aledaño, en el que el turismo deja US$5.200 millones de divisas al año.

El empinado One World Trade Center o Freedom Tower -con su imponente terminal de pasajeros y sus 400 robles vecinos enmarañados entre dos cascadas de finos hilos de agua que taponan la inmensa explanada en memoria de las 3.000 víctimas del 11S, bautizada como Zona Cero- será el más concurrido centro de atracción turística de los Estados Unidos, pero además el punto de partida de una nueva era que simboliza la resiliencia de una sociedad y su firme decisión para enfrentar el también encumbrado embate de la violencia terrorista.

 

gsilvarivas@gmail.com
 

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