Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Hace unos días, el cantautor colombiano Santiago Cruz escribió en su cuenta de Twitter unas sentidas palabras con las que creo que muchos nos identificamos: “En un país como Colombia no sé si soy tan valiente”.
Es verdad. Se ahoga la valentía cuando pensamos en cómo es de fácil aniquilar al otro y cuando vemos que quienes deberían ser nuestros buenos referentes justifican el asesinato de “rufianes” ratificando aquello de que “la gente de bien” tiene derecho a matar. “No sé si soy tan valiente como para decirles a los corruptos que en sus manos tienen más sangre que todos aquellos que han empuñado un arma, porque son esos ‘señores’ desde sus escritorios los que crearon el escenario de la guerra...”, expresaba Cruz.
Tenemos dos opciones: no quitar la mirada de la desgracia o apelar a la esperanza representada en innumerables personas de todas las regiones del país. Las alternativas parecen obvias, pero no lo son tanto. No al menos para mí, ni para Santiago y tantos otros que irremediablemente sufrimos con la realidad que nos avergüenza.
Ver lo bueno sin dejar de conmovernos con la miseria humana exige de nosotros disciplina y un esfuerzo consciente para activar varios verbos: el de abrir los ojos ante los demás, curiosear, preguntar, escuchar y valorar. Es la receta para estimular la esperanza como antídoto contra el miedo y la tentación de desfallecer. Siguiendo esa línea, dejo aquí un par de ejemplos y los invito, luego de leer esta columna, a compartir otros.
Les presento al doctor Antonio José Manrique, tiene 63 años, es ginecólogo y profesor caleño, ejerce su profesión en Armenia y es fundador del Museo del Disco y la Música. Es un hombre cálido, melómano y yo diría que tiene la locura propia de los sabios. Hay una característica notable en Antonio: comparte el conocimiento con humildad. 16 años atrás empezó a coleccionar instrumentos y discos y hace un mes abrió su sueño llamado museo en una casona antigua a un kilómetro de la entrada a Filandia, Quindío.
No hay en Colombia un museo como ese. Y cuando hablo de joyas, no exagero. Allí hay vitrolas, fonógrafos, gramófonos, rocolas y tocadiscos que datan de finales de 1800, vinilos y acetatos que envidiaría todo coleccionista, y una sala dedicada a Thomas Alva Edison en la que está una réplica original del perro Nipper escuchando un gramófono tal y como se ve en “His Master’s Voice”.
Como la música nos conecta, ahora les presento a María Manuela Sánchez, 17 años, violinista, graduada del Instituto Tecnológico de Dosquebradas, Risaralda, y estudiante de Ingeniería Industrial. Creadora de su marca de violines y violas, hechos con materiales de reciclaje. Con su familia fundaron la empresa Music Trash y a través de ella llegan a comunidades vulnerables.
Sus instrumentos son piezas de arte porque están hechos de papel, tubos de PVC e icopor y cada uno está pintado con paisajes, notas musicales, mares, mariposas. La oí tocar y quise tener el poder de llevarla al lado de los grandes de la música. Se lo merece, tenemos que verla y oírla más.
“Da miedo. Este maravilloso país da miedo, y yo no sé si soy tan valiente, pero tenemos que serlo”, así terminaba el hilo de Twitter de Santiago Cruz. A ti te digo como me lo repito y se lo comento a todo el que me oye: vivir con miedo es rendirnos ante la maldad, es ceder como rebaños. El miedo nos enceguece y no nos deja ver la belleza del otro. Hay muchas personas brillando, abramos nuestros sentidos a ellas. Que no nos jodan la esperanza, ese es el lema.
* Periodista.
