Es difícil no pensar que las advertencias recientes de las calificadoras de riesgo sobre el grado de inversión del país obedecen, en parte, a un clima alarmista con respecto a nuestras finanzas públicas que fomentó el nuevamente exministro de Hacienda Alberto Carrasquilla para impulsar a las malas su fallida reforma tributaria.
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Sin embargo, las calificadoras pueden tranquilizarse. A las propuestas que ya se han hecho para recaudar los alrededor de $20 billones que se necesitan, según las cuentas del Ministerio (cuentas de las que, lo digo con enorme preocupación, muchos hemos aprendido a dudar), se sumará la que publicaremos en los próximos días desde la Red de Trabajo Fiscal.
Gracias a datos de la DIAN obtenidos por derecho de petición, hemos podido plantear una reforma al impuesto a la renta de las personas naturales que recauda alrededor de $10 billones, sin tocar el IVA y sin que ningún asalariado o pensionado que gane menos de $6 millones al mes pague más impuestos. Los altos ingresos provenientes del capital —en especial dividendos y ganancias ocasionales— tributarían a las mismas tasas que el trabajo y dejarían de recibir un tratamiento preferencial. Más aún, se obtendrían $10 billones adicionales al eliminar tratamientos tributarios que benefician a empresas que poco los necesitan. Esto permitiría bajar la tarifa del impuesto de renta al 24 % para las pequeñas y medianas empresas, como lo había propuesto el Ministerio, recaudando, pese a dicha reducción de tarifa, otros $10 billones para completar los $20 billones. Esto se complementa con medidas contra la elusión tributaria que podrían aumentar el recaudo en decenas de billones de pesos.
Nunca hubo emergencia fiscal. El único riesgo real era que las personas más ricas de Colombia empezaran a pagar impuestos como los que pagan las élites de los países desarrollados. Si la ciudadanía mantiene la presión, ese riesgo puede convertirse en realidad.