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Quino

Mario Méndez
15 de octubre de 2020 - 03:00 a. m.

Nos sentíamos bien compartiendo el mundo con Quino. Ahora él no está pero queda su Mafalda, ese alter ego que dice las cosas imposibles de expresar porque no las hemos descubierto, estando ahí, desfilando para vergüenza o alborozo de la gente. Tal vez ese dolor que nos estremeció el 30 de septiembre se explica por la personalidad de Joaquín Lavado, que encontramos en unos pocos íconos que nos acompañan desde la eternidad. Esa forma de sentir, que tanto nos identifica y se mete en las entrañas de lo esencial, pertenece al carácter de otros que también se fueron pero siguen dando luces y alimentando nuestra forma de ver y entender el mundo.

Quino, el diferenciado de su tío Tejón, se une ahora a otro Joaquín, Rodrigo, que alcanzó la gloria con la belleza de su Concierto de Aranjuez hasta dejar en la sombra lo otro suyo; al alma eximia de Marcel Marceau, que conmovió con su silencio congelado y sus pensamientos, y nos sembró en el corazón a Bip, su personaje; a Édith Piaf, ese gorrioncillo tembloroso, caminante y cantante por los parques de París; a Charles Chaplin, encarnado en el Charlot que avanza como pato hacia el infinito hasta perderse; a la negra dimensión del gigante Nelson Mandela; en fin, a nuestro Jaime Garzón —por qué no, por qué no—, que soltaba (suelta) sus verdades en la portería del edificio Colombia o desde el arcaísmo moralmente feo de Godofredo Cínico Caspa para irritación de los mezquinos.

En estos escasos ejemplos hay una constante que, en lo personal y más profundo, nos golpeó duramente cuando se fueron. Todos ellos nos arrancaron lágrimas bien ganadas, por eso los sentimos y seguimos sintiéndolos como seres que estaban a nuestro lado y nos dejaron solos, solo con los asuntos básicos e infaltables de la existencia. De modo que su selección aquí no está sujeta a discusión o clasificaciones generales, sino a las fibras que nos determinan.

Otro distintivo común flota en la presencia del linaje de los ídolos que admiramos sin medida: la inteligencia, pero no por su valor intrínseco, sino por la aplicación que ellos mismos hicieron en sus días. Viendo tantas bajezas y la incertidumbre que nos rondan, se nos ocurre que no estará Quino en el sentir de aquellos que se ubican en las antípodas de lo que representan Joaquín Lavado y su obra, su inextinguible obra. Mientras esa pléyade acompaña nuestros pasos, nuestros sueños, nuestras esperanzas y nuestro anhelo por que el hombre se reconcilie con el hombre, están los cínicos acolitados por sus dóciles séquitos, algunos de ellos desconocedores de que hay actos no encauzados al bien colectivo sino a la satisfacción de egos perturbados.

En momentos como este del final físico de un personaje destacado y en medio del dolor que deja, nos queda viva la certeza de que, con el tiempo, el pensamiento de los relativamente pocos hombres y mujeres que marcan camino salvará a la humanidad de los desajustes propios de un presente demasiado prolongado.

Tris más 1. “No te vayas. Prometo tomarme la sopa”. Mafalda.

Tris más 2. En la memoria de la Tierra, Quino ya está haciéndoles compañía a sus compatriotas Alfonsina Storni, el Negro Fontanarrosa, Borges… y aquel caminante de boina y barba rala que imaginó y persiguió un mundo mejor.

* Sociólogo, Universidad Nacional.

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CLARA(81208)15 de octubre de 2020 - 09:01 p. m.
Mario, estoy segura esto será realidad
Mar(60274)15 de octubre de 2020 - 08:39 p. m.
Hermosa columna!
Adrianus(87145)15 de octubre de 2020 - 08:11 p. m.
Muy bonito homenaje a la grandeza de Quino. Persona, como tantos otros relevantes, que nos pusieron a pensar.
Mar(60274)15 de octubre de 2020 - 08:43 p. m.
Edit Piaf que maravilla y cuando el mundial en Francia, casi ni la hicieron notar.
  • Mar(60274)15 de octubre de 2020 - 08:44 p. m.
    Corrección: Edith
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