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Racismo en Colombia

Luis Felipe Henao
04 de junio de 2020 - 05:00 a. m.

La muerte de George Floyd despertó una profunda indignación contra el racismo en el mundo. Sin embargo, y pese a las crudas imágenes de su homicidio en Minneapolis, la realidad muestra que la situación en países como Colombia es mucho peor. En nuestro país una de cada diez personas es afrocolombiana. Sin embargo, su participación en los poderes públicos y en instancias de poder no llega ni al 0,1%, lo cual sumado al abandono estatal muestra objetivamente el profundo racismo que sigue existiendo.

Racismo en Colombia

En nuestro país la esclavitud se abolió en 1851, mucho antes que en varios lugares del mundo. El 21 de mayo de ese año se aprobó en el Congreso la Ley de Manumisión, la cual señalaba: “Desde el día 1° de enero de 1852 serán libres todos los esclavos que existan en el territorio de la República”. Estados Unidos lo haría a través de una ley promulgada en 1863 por Abraham Lincoln y más adelante con una reforma constitucional en 1865. Sin embargo, a renglón seguido se aplicó una política de segregación que perduró durante mucho tiempo y contra la que se manifestaron hace apenas unas décadas Martin Luther King y Malcolm X.

Mientras tanto, en Latinoamérica la esclavitud fue reemplazada por el abandono absoluto del Estado. Gran parte de los afrocolombianos manumitidos se desplazaron al Pacífico, donde ya existían palenques de sus ancestros en lugares sin servicios públicos, ni salud, ni educación. Sin embargo, esa no fue la peor tragedia que han sufrido. La escalada de la violencia a finales del siglo pasado hizo que los grupos armados comenzaran a invadir sus territorios para esconderse de las autoridades. Primero fue la guerrilla, luego los paramilitares y ahora las bacrim, quienes los han encontrado indefensos y desprovistos de cualquier protección gubernamental. El efecto del conflicto fue el desplazamiento masivo de población afrodescendiente a las grandes ciudades en las que subsisten sin ningún apoyo.

En la actualidad la situación es aún peor. La generación de nuevas variedades de hoja de coca en terrenos selváticos ha hecho que ahora sus territorios estén plagados de esta. En la última década los carteles mexicanos han manejado el negocio en el Pacífico colombiano para exportar a Centroamérica, amenazando a sus líderes y erosionando sus tierras. Por otro lado, la minería ilegal contamina sus ríos y fuentes de alimento, dejándolos sin ningún recurso. La muerte ha vuelto a rondar a estas comunidades y las bandas criminales han invadido la última frontera: el Chocó, que hoy está siendo uno de los departamentos con mayor índice de mortalidad por el coronavirus. La tragedia ha estado siempre a la vuelta de la esquina.

Sin importar todo ello y con una generosidad infinita, la población negra nos ha dado innumerables alegrías. A ellos les debemos la mayoría de nuestros triunfos deportivos, la música, la riqueza gastronómica y cultural, esa esperanza que nos transmiten diariamente, por no hablar del gran talento de Mábel Lara, ChocQuibTown con Goyo, Tostao y Slow; las lágrimas de emoción y orgullo colombiano que nos sigue regalando Caterine Ibargüen; la satisfacción de ya encontrar magistrados de altas cortes chocoanos, como César Palomino, del Consejo de Estado, y el recién elegido magistrado Gerson Chaverra Castro, de la Corte Suprema.

En Colombia la mayoría de afrocolombianos viven en la pobreza absoluta y estamos desperdiciando su talento. La muerte de George Floyd es una oportunidad más para reflexionar sobre la gran deuda que tiene el mundo con la población afrodescendiente. Si en Estados Unidos la situación de racismo es grave, en Colombia es insostenible.

 

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