Una cosa eran las decisiones tomadas al ritmo de expansión de la pandemia en las primeras semanas. Era un reto desconocido, nadie sabía cómo enfrentarlo, los gobernantes ensayaban en medio del desorden y la incertidumbre. Pero que diez meses después estemos en las mismas significa que nada aprendieron de esa tortuosa experiencia, como lo demuestra el caos en las medidas que vienen tomando al desgaire.
Lo primero y más grave es la recurrente improvisación con normas diseñadas a última hora, como si el incremento de contagios y los referentes internacionales no hubieran avisado con suficiente antelación. ¿No merecían los ciudadanos comunicación adecuada y oportuna?
Lo segundo es la flagrante descoordinación entre alcaldes y gobernadores, como si no supieran que es época de movilidad interna, que muchos colombianos trabajan en sitios distintos a su lugar de origen y que, ¡oh paradoja!, otros más esperaban vacaciones para huirles a los focos urbanos de mayor contagio. Se entiende la creciente estampida de habitantes capitalinos antes de que los encierren sin tener opción de preparación.
Lo tercero es que, con esas medidas improvisadas, terminan pagando justos por pecadores y se echa por tierra el trabajo responsable, que lo hay, de establecimientos y locales formales en la implementación de protocolos exigidos. El doble mensaje crea desconcierto: si los protocolos funcionaban antes del incremento de contagios, ¿por qué ahora no? Con razón protestan quienes se prepararon y van a terminar pagando los platos rotos junto con sus empleados.
Y lo cuarto es la falta de creatividad en esas normas. Los mandatarios, que desde hace tiempo debieron crear instancias para escuchar voces de la sociedad civil y el comercio para ensayar alternativas novedosas, otra vez prefirieron el discurso del miedo, sanciones y prohibiciones que conllevan poca persuasión y, por ende, escasa obediencia, amén de efectos colaterales en la salud mental.
Es la estrategia de desconfianza mutua con la que todos perdemos. Aunque no faltará el que los felicite, como en la compra tardía de vacunas.