Lo divino y lo humano

Reacción mundial en cadena

Lisandro Duque Naranjo
28 de octubre de 2019 - 05:00 a. m.

Ojalá algo inédito haya ocurrido ayer en las elecciones colombianas, que a estas horas, o desde anoche mismo, fuera un reflejo —aunque sea solo en las urnas— de lo que pasó en Ecuador hace dos semanas y que en Chile todavía no termina: que a la derecha neoliberal le han dicho “¡basta!”. Las muchedumbres en las calles. No son exclusivamente izquierdistas esas legiones de indignados, como tampoco fue un llamado de otros partidos lo que las sacó espontáneamente de sus casas, primero a los estudiantes de bachillerato a saltarse las registradoras del metro, por el alza en los tiquetes, y después al resto de chilenos a invadir avenidas y plazas para protestar contra otros abusos pendientes. Un poco antes, el presidente Piñera faroleaba conque su país era un “oasis” comparado con sus vecinos inmediatos: Ecuador, donde las huestes indígenas se alzaron contra su presidente, Lenín Moreno, por duplicar el costo de los combustibles, hasta hacerle agachar la cabeza y volver a dejar todo como estaba antes, con tal de que le desocuparan las ciudades. Lo que se vive ahora allí, sin embargo, es el prólogo de nuevas gestas. En Argentina, hace pocas semanas, en las urnas —lo que se debió corroborar ayer en las elecciones de ese país—, al señorito Macri le bajaron los humos de malevo sacándolo por la puerta de atrás de la Casa Rosada. En Colombia, donde Duque sigue sin dar pie con bola en lo que se dice nada, su jefe continúa convocando a los villanos a inundar de sangre el “posconflicto” (el último crimen contra un desmovilizado fariano, Alexánder Parra, fue el viernes pasado, en su propio ETCR, aumentando a 168 los asesinatos contra esa organización desarmada). Únicos pero insuficientes contestones al régimen local: los estudiantes. Confiemos en que para el resto de la sociedad colombiana, afectada por horizontes peores incluso que los que levantaron a todo Chile, la procesión vaya por dentro y no demore en reventarse tanta fermentación. Ayer, y sin poder adivinar este columnista el pasado, los resultados electorales algo debieron haber demostrado al respecto.

El hecho es que el “oasis” de Piñera era un espejismo apenas y esa cierta sonrisa se le borró del rostro. ¿Cuánto tiempo les llevó a los chilenos acordarse de la canción “Te recuerdo, Amanda”, de Víctor Jara, hasta comenzar a esparcirla por los corredores y a sacarla por las ventanas de los edificios, donde los ciudadanos se encerraron a cumplir el toque de queda? 46 años.

Inevitable decir algo clásico: el modelo neoliberal del mercado a ultranza, como rector de todas las instancias de la vida —la salud, la educación, la tierra, la vivienda, el transporte, el medio ambiente, los servicios públicos, la cultura, etc.—, es insoportable hace rato, pero solo ahora —en tiempos de globalidad informativa, que algo más produce aparte de trivialidades y falsas verdades— está generando un repudio universal, porque la gente ha dejado de sentirse solitaria en su resistencia cotidiana a la mentira y la codicia extremas. Países disímiles a los que la adversidad golpea de manera desigual, en proporción a su desarrollo, se alzan irritados y se influyen los unos a los otros en una reacción en cadena: Francia, Haití, Hong Kong, Puerto Rico, Cataluña, Ecuador, Chile... se lanzan a la intemperie. Faltamos nosotros, obviamente, para sumarnos a ese nuevo contrato social que ya no da espera.

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