Una de las facetas que acompañan el autoritarismo es la centralización de facultades administrativas, políticas y económicas en el poder Ejecutivo, lo que le permite expoliar a sus dependientes. La democracia, por el contrario, permite la iniciativa de poderes alternativos y con ello el florecimiento de las regiones y municipios que comparten los ingresos del centro político, pero también recurren a esfuerzos propios para enfrentar sus mayores carencias; pueden moldear su destino sin tener que mendigarle al leviatán centralista.
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