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Reflexión y resultados

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Ana María Cano Posada
21 de mayo de 2010 - 04:39 a. m.
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SI LOS COLOMBIANOS LO ÚNICO QUE quisieran fueran resultados...

SI LOS COLOMBIANOS LO ÚNICO QUE quisieran fueran resultados (sin importar cuáles sean, con tal de que sean resultados), como dice el candidato Juan Manuel Santos, no existiría una tendencia marcada a la necesidad de cambio, ni un doctor en Filosofía habría registrado tan alto para la opinión, y en su lugar estaría la satisfacción de ocho años ante un gobernante conocido por ser hombre de acción, de armas tomar, presente hasta en el detalle y que no se rodeó propiamente de pensadores.

De esta saga ha quedado la saturación de lo que al comienzo nos convenció, de alguien que se hizo cargo de los asuntos del país tras los períodos de gobierno Samper/Pastrana, en los que la desidia imperó, pero que, con el paso de los años y los hechos, se fue transfigurando en los excesos que llevaron hasta crímenes de lesa humanidad a nombre de los famosos resultados.

Resulta muy diciente el inconformismo demostrado por el país ahora. Porque demuestra que se ha comprendido que, además de cientos de miles de vidas, lo que hemos perdido es un pacto social de convivencia y una capacidad para autogobernarnos, caldo de cultivo para la corrupción y la violencia como secuelas que crecen exponencialmente. Si hay que pensar en la salud, el empleo, el desplazamiento y la educación, también hay que encarar transformaciones que no se consiguen con fórmulas de acción con resultados, sino con emprender conquistas de largo plazo, impulsadas por pensadores que entiendan lo que está en el trasfondo de estos síntomas que tratamos de remediar momentáneamente.

En Colombia, donde impera la pasión y la acción, la reflexión es un ingrediente exótico al que necesitamos acudir, por fin, como una forma de quitarle piso a la acción ilegítima. Construir un gobierno donde se den el pensamiento y la transformación contrasta con esa reacción instintiva que nos ha llevado a apegarnos siempre a la primera salida de seguridad y que ha impedido pensarnos y concebirnos en ámbitos más amplios del círculo que nos ha marcado el conflicto interno.

Antanas Mockus, con una experiencia y una manera distinta de mirar a Colombia, es una alternativa concreta de lograr una transición para la cual a su lado resultan significativos unos personajes estructurados y éticos como Fajardo, Peñalosa, Lucho; pero también Petro, Pardo y Vargas Lleras, que consigan una sumatoria de sensatez y de pensamiento que leve las anclas impuestas por la acción y el inmediatismo. Que rompan la tendencia de movernos en círculo.

Mockus tiene que encabezar esta honda transición, darle ímpetu, reflexión y análisis a lo que sigue, un inaplazable cambio de mentalidad, porque restituir la confianza y encontrar en la legalidad una convicción colectiva tiene que emprenderlas un pedagogo que sepa explicarlas y transmitirlas como algo por aprender.

Urge un gobierno con ideas, convincente, con autoridad moral, apoyado en una confluencia de opiniones, de saberes, con enorme calidad en sus miembros, para conjurar de una vez la componenda que es capaz de hacer una corrupción que se extendió hasta el vértigo en los últimos años y que sentiría perder su hegemonía en este país que puede volverse distinto.

Porque una segunda vuelta así no resultaría confiable, contra esta conjura de la acción ilegítima y la corrupción, tiene que ser contundente la elección de entrada, sin esperas, de la reflexión que nos estamos debiendo.

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