#EconomíaParaMiPrima

Regalos y regalitos, para mi prima

Martín Jaramillo
08 de diciembre de 2018 - 05:00 a. m.

Mi prima Isabel, de diez años, y yo hemos hablado varias veces de la ley de financiamiento. Ya empieza oficialmente la época navideña y también cumple años mi madre, por eso mi prima dice que es apenas justo hablar de regalos. Y tiene razón, si de regalos se trata nada le gana a esta reforma tributaria.

Por estos días mi prima le hace carta de regalos al niño Dios y los gremios con influencia política le hacen la suya al Gobierno Nacional. Mientras mi prima pide juguetes y balones, los grupos de interés piden subsidios, protecciones y exenciones de impuestos; todos quieren recibir y muy pocos quieren poner.

La lista de regalos que piden los grupos con poder político es larga en el Gobierno de Iván Duque: empieza con los hoteles (art. 69), que pagan apenas una fracción del impuesto de renta; las zonas francas que tienen un trato descaradamente privilegiado, que además hemos visto que terminan en manos de amigos y familiares de políticos (Ley 1819 de 2016), y entre tantos, camuflados por supuesto, tenemos los privilegios entregados en nombre de la tal economía naranja.

Según la ley, economía naranja significa “el desarrollo de industrias de valor agregado tecnológico y actividades creativas”.

—¿Y eso qué significa?—, me preguntó mi prima.

—La verdad, nadie sabe exactamente, por eso es tan peligroso.

—Si yo vendo un cable, ¿eso es economía naranja?—, me miró confundida.

—En realidad no, Isabel, pero con la definición de esta ley se podría interpretar así. Eso le abre las puertas al Gobierno para que reparta beneficios a su elección pintando de naranja a sus amigos.

—¿Podría decir entonces que un plomero con reloj inteligente es economía naranja?

—Con la creatividad del Gobierno para regalar, sí.

—¿Y una señora que exprime jugos de naranja de manera creativa?

—También.

No se necesita tener la imaginación de mi prima para deducir que virtualmente cualquier empresa podría tener esta definición. El Gobierno no debería decidir arbitrariamente que unos paguen más o menos impuestos que otros, ningún político debería tener ese poder, pero tristemente lo tienen.

Los regalos que da el Gobierno hoy solo en beneficios tributarios en renta suman unos $6,4 billones: 0,7 % del PIB y casi la mitad de esta reforma tributaria. Una Navidad amable para quienes tienen amigos políticos, pero turbia para los que tendremos que costearles sus regalos vía impuestos. ¡Ni el niño Dios ha sido tan generoso con mi prima como lo ha sido el Gobierno dando privilegios a costa de los contribuyentes!

El Gobierno podría, aunque sea como regalo de Navidad, dejar de atender los intereses que lo presionan y cobrarles los mismos impuestos que les cobra a todos, así puede pensar en bajar los impuestos al resto que no pierde tiempo en presiones políticas. Para hacer viable la rebaja, el Gobierno puede empezar a despedir a los miles de servidores públicos que se han usado para repartir puestos en mermelada, eliminar las decenas de agencias con poco impacto al ciudadano común y dejar de hacerles la Navidad a los grupos de interés a punta de beneficios tributarios.

#EconomíaParaMiPrima

@tinojaramillo

 

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